La Edificación del Carácter

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Capítulo 2—Un personaje ilustre

El profeta Daniel fue un personaje ilustre. Era un brillante ejemplo de lo que los hombres pueden llegar a ser cuando se unen con el Dios de toda sabiduría. Se nos ha dejado un breve relato de la vida de este santo hombre de Dios para ánimo de aquellos que en lo sucesivo sean llamados a soportar pruebas y tentaciones. ECFP 16.1

Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sacerdotes, fueron llevados a la cautividad, se eligieron de entre ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de éstos era Daniel, quien en su temprana juventud ya prometía llegar a la notable capacidad desarrollada en los años posteriores. Estos jóvenes eran todos de principesco abolengo, y se los describe como muchachos en quienes no había “tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey”. Daniel 1:4. Percibiendo los talentos superiores de estos jóvenes cautivos, el rey Nabucodonosor determinó prepararlos para ocupar importantes posiciones en su reino. A fin de que pudieran estar plenamente capacitados para la vida en la corte, de acuerdo con la costumbre oriental había de enseñárseles el idioma de los caldeos, y debían estar sujetos durante tres años a un curso completo de disciplina física e intelectual. ECFP 16.2

Los jóvenes que se hallaban en esta escuela de preparación no solamente debían ser admitidos en el palacio real, sino se había hecho provisión para que comieran de la carne, y bebieran del vino de la mesa del rey. En todo esto el rey consideraba que no solamente estaba concediéndoles un gran honor, sino también proporcionándoles el mejor desarrollo físico y mental que pudieran lograr. ECFP 17.1