La Edificación del Carácter

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La norma de la santidad

El propio apóstol estaba tratando de alcanzar la misma norma de santidad que les presentó a sus hermanos. Escribe a los filipenses: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:7, 8, 10-14. ECFP 85.1

Hay un notable contraste entre las pretensiones jactanciosas y llenas de justicia propia de los que profesan estar sin pecado, y el lenguaje sencillo del apóstol. Sin embargo, fue la pureza y la fidelidad de su vida lo que dio tal poder a las exhortaciones que dirigía a sus hermanos. ECFP 85.2