La Edificación del Carácter

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Una visión de Cristo

Juan invita a rememorar los maravillosos incidentes de los cuales fue testigo en la vida de Cristo. En su imaginación goza de nuevo de las preciosas oportunidades con las cuales una vez se vio favorecido, y se siente grandemente confortado. De repente su meditación se detiene; alguien le habla en tonos distintos y claros. Se da vuelta para ver de dónde viene la voz, y he aquí ¡contempla a su Señor, a quien él ha amado, con quien ha caminado y ha hablado, y cuyo sufrimiento sobre la cruz ha presenciado! ¡Pero cuán cambiada es la apariencia del Salvador! Ya no es “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Isaías 53:3. No tiene las marcas de su humillación. Sus ojos son como llama de fuego; sus pies como fino bronce, como cuando brilla en un horno. Los tonos de su voz son como el sonido musical de muchas aguas. Su semblante brilla como el sol en la gloria del mediodía. En su mano hay siete estrellas, que representan los ministros de las iglesias. De su boca sale una aguda espada de doble filo, emblema del poder de su palabra. ECFP 75.2

Juan, que tanto amaba a su Señor, que se había adherido tan firmemente a la verdad pese a la prisión, los azotes y la muerte que lo amenazaba, no puede soportar la excelente gloria de la presencia de Cristo, y cae a tierra como herido de muerte. Jesús entonces coloca su mano sobre el cuerpo postrado de su siervo, diciendo: “No temas; yo soy ... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 1:17, 18. Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su glorificado Señor; y entonces se presentaron delante de él en santa visión los propósitos de Dios para las edades futuras. Los gloriosos atractivos del hogar celestial le fueron manifestados. Se le permitió mirar el trono de Dios, y contemplar la muchedumbre de redimidos vestidos de vestiduras blancas. Escuchó la música de los ángeles celestiales, y los cánticos de triunfo que elevaban aquellos que habían vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio. ECFP 76.1