La Edificación del Carácter

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La sustitución del sentimiento por la razón

Muchos que profesan santificación son totalmente ignorantes de la obra de gracia que se realiza en el corazón. Cuando son probados, se los encuentra como el fariseo: justos en su propia opinión. No soportan ninguna contradicción. Prescinden de la razón y el juicio, y dependen totalmente de sus sentimientos, basando sus pretensiones de santificación sobre las emociones que tengan en una oportunidad determinada. Son tercos y perseveran en sus propias y tenaces pretensiones de santidad, usando muchas palabras, pero sin llevar el fruto precioso como prueba. Esas personas que profesan ser santas no solamente están engañando sus propias almas con sus pretensiones, sino que ejercen una influencia que desvía a muchos que desean fervientemente conformarse con la voluntad de Dios. Se los puede escuchar reiterar una y otra vez: “¡Dios me guía! ¡Dios me guía! Vivo sin pecado”. Muchos que se relacionan con este espíritu se encuentran con algo oscuro y misterioso que no pueden comprender. Pero es precisamente aquéllo lo que difiere totalmente de Cristo, el único modelo verdadero. ECFP 7.2

La santificación bíblica no consiste en una poderosa emoción. He aquí donde muchos son inducidos a error. Hacen que sus sentimientos constituyan su criterio. Cuando se sienten alborozados o felices, pretenden que están santificados. Los sentimientos felices o la ausencia de gozo no es evidencia ninguna de que una persona está o no está santificada. No existe tal cosa como santificación instantánea. La verdadera santificación es una obra diaria, que continúa por toda la vida. Los que están luchando con tentaciones cotidianas, venciendo sus propias tendencias pecaminosas, y buscando la santificación del corazón y la vida, no realizan ninguna pretensión ostentosa de santidad. Tienen hambre y sed de justicia. El pecado les parece excesivamente pecaminoso. ECFP 8.1

Hay personas que pretenden ser santas y que profesan creer la verdad como sus hermanos y puede ser difícil hacer una distinción entre ellos; pero la diferencia existe, sin embargo. El testimonio de aquellos que pretenden tener una experiencia exaltada hará que el dulce espíritu de Cristo se retire de una reunión, y eso dejará una influencia congeladora sobre los creyentes, mientras que si estuvieran viviendo verdaderamente sin pecado, su propia presencia atraería a los ángeles santos a la asamblea, y sus palabras serían seguramente como “manzana de oro con figuras de plata”. Proverbios 25:11. ECFP 8.2