La Edificación del Carácter

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No existe santificación sin obediencia

Me he encontrado con muchas personas que pretenden vivir sin pecado. Pero cuando son probadas por la Palabra de Dios, resultan ser transgresores abiertos de su santa ley. Las más claras evidencias de la perpetuidad y de la fuerza rectora del cuarto mandamiento, no resultaban suficientes para despertar la conciencia. No negaban los requisitos de Dios, pero se aventuraban a excusarse en la transgresión del sábado. Pretendían estar santificados, y servir a Dios todos los días de la semana. Hay muchas personas, decían ellos, que no guardan el sábado. Si los hombres estuvieran santificados, ninguna condenación descansaría sobre ellos aun cuando no lo observaran. Dios es demasiado misericordioso para castigarlos por no guardar el séptimo día. Si observaran el sábado, serían considerados como raros en la comunidad y no tendrían ninguna influencia en el mundo. Y ellos deben estar sujetos a los poderes que gobiernan. ECFP 64.1

Una mujer de Nueva Hampshire presentó su testimonio en una reunión pública, explicando que la gracia de Dios regía en su corazón, y que ella pertenecía plenamente al Señor. Entonces expresó su creencia de que este pueblo estaba haciendo mucho bien al despertar a los pecadores para ver su peligro. Dijo: “El sábado que este pueblo nos presenta, es el único sábado de la Biblia”; y entonces declaró que había pensado mucho en el asunto. Vio delante de ella muchas pruebas a las que debía hacer frente si guardaba el sábado. El próximo día vino a la reunión y de nuevo dio testimonio, diciendo que había preguntado al Señor si debía guardar el sábado, y que él le había dicho que no necesitaba hacerlo. Su mente estaba tranquila ahora sobre ese tema. Entonces dio una fuerte exhortación a todos a venir al amor perfecto de Jesús, donde no había condenación para el alma. ECFP 64.2

Esta mujer no poseía la santificación genuina. No era Dios quien le dijo que podía estar santificada mientras viviera en desobediencia a uno de sus claros mandamientos. La ley de Dios es sagrada, y nadie puede transgredirla impunemente. El que le dijo que podía continuar quebrantando la ley de Dios y estar sin pecado era el príncipe de las potestades de las tinieblas, el mismo que le dijo a Eva en el Edén, por medio de la serpiente: “No moriréis”. Génesis 3:4. Eva se engañaba a sí misma razonando que Dios era demasiado bueno para castigarla por desobedecer sus expresos mandamientos. El mismo falso razonamiento es presentado por millares como excusa por su desobediencia del cuarto mandamiento. Los que tienen la mente de Cristo observarán todos los mandamientos, sean cuales fueren las circunstancias. La Majestad del cielo dice: “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre”. Juan 15:10. ECFP 65.1

Adán y Eva osaron transgredir los requerimientos del Señor, y los terribles resultados de su pecado deben ser una amonestación para nosotros a no seguir su ejemplo de desobediencia. Cristo oró por sus discípulos con estas palabras: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:17. No hay santificación genuina sino por medio de la obediencia a la verdad. Los que aman a Dios con todo el corazón amarán todos sus mandamientos también. El corazón santificado está en armonía con los preceptos de la ley de Dios, porque ellos son santos, justos y buenos. ECFP 65.2