La Edificación del Carácter

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El orgullo y la ambición reprobados

Jesús comprendía los motivos que impulsaron el pedido, y así reprobó el orgullo y la ambición de los dos discípulos: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Marcos 10:42-45. ECFP 55.3

En una ocasión, Cristo envió mensajeros delante de él a una aldea de los samaritanos, pidiendo a la gente que preparara alojamiento para él y sus discípulos. Pero cuando el Salvador se acercó a la población, pareció querer seguir hacia Jerusalén. Esto suscitó la enemistad de los samaritanos, y en lugar de enviar mensajeros para invitarlo y aun urgirlo a que se detuviera con ellos, le retiraron las cortesías que habrían dispensado a un caminante común. Jesús nunca impuso su presencia a nadie, y los samaritanos perdieron la bendición que les habría sido otorgada, si hubieran solicitado que fuera su huésped. ECFP 55.4

Podemos maravillarnos de este trato descortés hacia la Majestad del cielo; pero cuán frecuentemente somos nosotros, los que profesamos ser seguidores de Cristo, culpables de un descuido similar. ¿Le pedimos a Jesús que haga su morada en nuestros corazones y en nuestros hogares? El está lleno de amor, de gracia, de bendición, y está listo para concedernos estos dones; pero, a semejanza de los samaritanos, muchas veces nos contentamos sin ellos. ECFP 56.1

Los discípulos estaban conscientes del propósito que Cristo tenía de bendecir a los samaritanos con su presencia; cuando vieron la frialdad, los celos, y la falta de respeto manifestados hacia su Maestro, se llenaron de sorpresa e indignación. Santiago y Juan estaban especialmente excitados. Que el que ellos tan altamente reverenciaban fuera tratado de esta suerte, les parecía un crimen demasiado grande para ser pasado por alto sin un castigo inmediato. En su celo le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” Lucas 9:54. Se referían a la destrucción de dos capitanes y sus compañías enviados para tomar al profeta Elías. ECFP 56.2

Jesús reprendió a sus discípulos diciendo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”. Lucas 9:55, 56. Juan y los otros discípulos estaban en una escuela, en la cual Cristo era el Maestro. Los que estaban listos para ver sus propios defectos, y se sentían ansiosos de mejorar su carácter, tenían amplia oportunidad de lograrlo. Juan atesoraba cada lección, y constantemente trataba de colocar su vida en armonía con el Modelo divino. Las lecciones de Jesús, que enseñaban que la mansedumbre, la humildad y el amor eran esenciales para el crecimiento en la gracia, y un requisito que los capacitaba para su trabajo, eran del más alto valor para Juan. Estas lecciones nos son dirigidas a nosotros como individuos y como hermanos en la iglesia, así como a los primeros discípulos de Cristo. ECFP 56.3