La Edificación del Carácter

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Una ofrenda sin tacha

Nuevamente, el apóstol escribe a los creyentes: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Romanos 12:1. Al antiguo Israel se le dieron directivas específicas en el sentido de que ningún animal defectuoso o enfermo fuera presentado como ofrenda a Dios. Sólo los más perfectos habían de ser seleccionados para este propósito. El Señor, por medio del profeta Malaquías, reprobó de la manera más severa a su pueblo por apartarse de estas instrucciones. ECFP 25.1

“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos... Trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová”. Malaquías 1:6-8, 13. ECFP 25.2

Aunque dirigidas al Israel de antaño, estas palabras contienen una lección para el pueblo de Dios de hoy en día. Cuando el apóstol se dirige a sus hermanos, y los insta a presentar sus cuerpos en “sacrificio vivo, santo, agradable”, presenta principios de verdadera santificación. No es meramente una teoría, una emoción, o mero palabrerío, sino un principio vivo y activo que entra en la vida cotidiana. Requiere que nuestros hábitos de comer, beber, vestirnos, sean tales que aseguren la preservación de la salud física, mental y moral, a fin de que podamos presentar al Señor nuestros cuerpos, no como una ofrenda corrompida por hábitos erróneos, sino como “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”. ECFP 25.3