En los Lugares Celestiales

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El tema más excelso, 8 de enero

En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 1 Juan 4:9. ELC 16.1

El plan de la redención por el cual el misericordioso Redentor divino-humano rescató al hombre de la esclavitud del pecado, está más allá de la comprensión de los hombres o los ángeles. Es ciertamente un misterio tan excelente, tan grande, tan sublime, que nunca podemos esperar comprenderlo plenamente. ELC 16.2

No tiene paralelo el sacrificio de Cristo por el hombre caído. Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar. Cada corazón que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y adoración delante del Redentor por su infinito sacrificio. ELC 16.3

En su vida, Jesús de Nazaret se diferenció de todos los otros hombres... Es el único verdadero modelo de bondad y perfección. Desde los comienzos de su ministerio, los hombres comenzaron a comprender más claramente el carácter de Dios... ELC 16.4

En todos los sufrimientos y aflicciones del hombre hay un Ojo de compasión, un Corazón de amor. “Como el Padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”. Salmos 103:13. Se prodiga sobre nosotros el más tierno cuidado de Dios. Se compadece de nosotros en nuestras debilidades y en nuestros dolores. Podemos estar abatidos, aun desesperados; pueden estar sobre nosotros las densas nubes de aflicción; pero hay luz más adelante ...—Manuscrito 132, 1902. ELC 16.5

En las generosas bendiciones que nuestro Padre celestial ha prodigado sobre nosotros podemos discernir innumerables evidencias de un amor que es infinito, y una tierna compasión que sobrepasa la simpatía anhelante de una madre por su hijo extraviado. Cuando estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, vemos misericordia, ternura y perdón entremezclados con equidad y justicia. Exclamamos en el lenguaje de Juan: “Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1.—Testimonies for the Church 4:461, 462. ELC 16.6