En los Lugares Celestiales

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Nuestro acceso al padre, 12 de marzo

De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Juan 16:23. ELC 80.1

Debemos orar en el nombre de Cristo, nuestro Mediador. Nuestras peticiones sólo tienen valor si son hechas en su nombre. Él ha tendido un puente sobre el abismo creado por el pecado. Mediante su sacrificio expiatorio unió a sí mismo y al Padre a los que creen en él. Él es el único nombre debajo del cielo por el cual podamos ser salvos... ELC 80.2

No debemos sentirnos tan abrumados por el pensamiento de nuestros pecados y errores que dejemos de orar. Algunos se dan cuenta de su gran debilidad y pecado, y se desaniman. Satanás echa su oscura sombra entre ellos y el Señor Jesús: su sacrificio expiatorio. Ellos dicen: Es inútil que yo ore. Mis oraciones están tan mezcladas con malos pensamientos que el Señor no las oirá. ELC 80.3

Estas sugestiones son de Satanás. En su humanidad Cristo enfrentó y resistió esta tentación, y sabe cómo socorrer a los que así son tentados. En nuestro favor ofreció “ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas”. Hebreos 5:7. ELC 80.4

Muchos, no advirtiendo que sus dudas vienen de Satanás, se apocan y son derrotados en la lucha. No dejéis de orar porque tengáis malos pensamientos. Si por nuestro propio saber pudiéramos orar rectamente, también podríamos vivir rectamente y no necesitaríamos un sacrificio expiatorio. Pero la imperfección está sobre toda la humanidad. Educad y ejercitad vuestra mente para que podáis con sencillez contarle al Señor lo que necesitáis. Al ofrecer vuestras peticiones a Dios en demanda de perdón por el pecado, una atmósfera más pura y más santa rodeará vuestra alma.—The Signs of the Times, 18 de noviembre de 1903. ELC 80.5

El Señor desea que mejoremos en la oración y que ofrezcamos nuestros sacrificios espirituales con fe y poder acrecentados... Él ha dado a su propio Hijo para nuestra redención ... [quien] presenta en nuestro favor delante del Padre las señales de la crucifixión que llevará por toda la eternidad.—Manuscrito 91, 1901. ELC 80.6