En los Lugares Celestiales

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El peligro del descuido, 31 de enero

¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron. Hebreos 2:3. ELC 39.1

No se puede conferir al hombre un don mayor que el que está comprendido en Cristo... Un descuido en aferrarse del inapreciable tesoro de la salvación significa la ruina eterna del alma. El peligro de la indiferencia ante Dios y del descuido de Su don se miden por la grandeza de la salvación. Dios ha llevado al máximo su poder todopoderoso. Los recursos del amor infinito han quedado exhaustos ideando y ejecutando el plan de la redención del hombre. Dios ha revelado su carácter en la bondad, misericordia, compasión y el amor manifestados para salvar a una raza de rebeldes culpables. ¿Qué podría hacerse que no haya sido hecho en las provisiones del plan de salvación? Si el pecador permanece indiferente a las manifestaciones de la bondad de Dios, si descuida una salvación tan grande, rechaza las insinuaciones de la misericordia divina, ... ¿qué se puede hacer para tocar su corazón endurecido?—The Review and Herald, 21 de noviembre de 1912. ELC 39.2

¡Qué importancia, qué magnitud da al tema de la redención el hecho de que Aquel que ha emprendido la salvación del hombre sea el resplandor de la gloria del Padre, la imagen misma de su persona! Por lo tanto, ¿cómo puede considerar el Cielo a los que descuidan una salvación tan grande, efectuada para el hombre a un costo tan infinito? Descuidar aferrarse de las ricas bendiciones celestiales es rehusar, anular a Aquel que era igual con el Padre, el único que podía salvar al hombre caído... ELC 39.3

Contemplando la plenitud de la provisión que Dios ha hecho, por la cual puede salvarse cada hijo e hija de Adán, somos inducidos a exclamar con Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1... El plan de la redención responde a cada emergencia y a cada necesidad del alma.—The Review and Herald, 28 de noviembre de 1912. ELC 39.4