En los Lugares Celestiales

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La siembra de la verdad en el mundo, 6 de noviembre

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:19, 20. ELC 319.1

El último acto de Cristo antes de abandonar la tierra fue comisionar a sus embajadores para que fueran al mundo con su verdad. Sus últimas palabras las dirigió a sus discípulos para impresionarlos con el pensamiento de que se les confiaba el mensaje del Cielo para el mundo... ELC 319.2

Si sólo comprendiéramos cuán fervorosamente trabajó Jesús para sembrar el mundo con la semilla del Evangelio, nosotros, que vivimos en el mismo fin del tiempo de gracia, trabajaríamos sin descanso para dar el pan de vida a las almas que perecen... ELC 319.3

Dios pide que cada miembro de la iglesia entre en su servicio. La verdad que no se vive, que no se imparte a otros, pierde su poder vivificante, su virtud sanadora. Cada uno debe aprender a trabajar, y a permanecer en su tarea y lugar como uno que lleva una carga ... La iglesia entera, obrando como una unidad, combinándose en unión perfecta, ha de ser una agencia misionera viviente, activa, impulsada y dominada por el Espíritu Santo.—The Review and Herald, 29 de abril de 1909. ELC 319.4

Es una ley del cielo que así como recibimos hemos de impartir. El cristiano debe ser un agente benéfico para otros; así él mismo se beneficia. “El que saciare, él también será saciado”. Proverbios 11:25. Esta no es una simple promesa. Es una ley de la divina administración de Dios, una ley por la cual dispone que las corrientes de beneficencia se han de mantener como las aguas del gran mar, en constante circulación, fluyendo perpetuamente hacia su origen. En el cumplimiento de esta ley radica el poder de las misiones cristianas.—The Review and Herald, 12 de agosto de 1909. ELC 319.5