En los Lugares Celestiales

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Dulzura a través de la aflicción, 23 de septiembre

Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 2 Corintios 1:4. ELC 275.1

Los que han soportado los mayores sufrimientos son frecuentemente quienes proporcionan mayor consuelo a otros... Los tales han sido purificados y dulcificados por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los asaltó la prueba, sino que se unieron más estrechamente a su amor protector. Los tales son pruebas vivientes del tierno cuidado de Dios, quien hace la oscuridad así como la luz y nos castiga para nuestro bien (Discurso de la Sra. White a los Pacientes del Sanatorio de Goguac Lake, 1878, pág 26). ELC 275.2

Es egoísta dedicar nuestro precioso tiempo a lamentar nuestras frustradas esperanzas... Deberíamos ser animosos, aunque fuera únicamente por el beneficio de aquellos que dependen más o menos de nosotros para su felicidad... Dejemos que la nube que nos ensombrece cruce, mientras esperamos pacientemente hasta que el limpio cielo azul aparezca otra vez, y la bendita luz del sol sea revelada... Olvidemos todos el yo tanto como sea posible, cultivemos la jovialidad, busquemos alegrar las vidas de otros y entonces tendremos menos deseos de lamentar nuestra propia suerte... ELC 275.3

El afligido puede reanimarse, el desalentado tomar esperanza, pues en Jesús tienen un amigo que simpatiza. Podemos volcar en sus compasivos oídos todas nuestras pruebas y dolores. Cuando nos reunimos, no sea para hablar de tinieblas e incredulidad, para recontar los capítulos sombríos de la experiencia de nuestra vida. Hablemos del amor de Dios... Busquemos los rayos de la luz del sol que ha iluminado nuestro sendero y detengámonos sobre su recuerdo con corazones agradecidos. Espaciémonos en el incomparable amor de Cristo, pues en él tenemos un constante tema de regocijo.—Ibid. 25-27. ELC 275.4