En los Lugares Celestiales

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Jesús nuestro abogado, 14 de septiembre

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 1 Juan 2:1. ELC 266.1

Cuando seamos tentados a pecar, recordemos que Jesús está intercediendo por nosotros en el santuario celestial. Cuando abandonamos nuestros pecados y venimos a él con fe, toma nuestros nombres en sus labios, y los presenta a su Padre diciendo: “Los tengo esculpidos en las palmas de mis manos; los conozco por nombre”. Y la orden sale a los ángeles para protegerlos. Luego en el día de terrible prueba dirá: “Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación”. Isaías 26:20. ¿Cuáles son los aposentos en los que han de esconderse? Son la protección de Cristo y de los santos ángeles. El pueblo de Dios no está en ese tiempo todo en un solo lugar. Están en diferentes grupos y en todas las partes de la tierra; y ellos serán probados individualmente, no en grupos. Cada uno tiene que soportar la prueba por sí mismo. ELC 266.2

Nunca hubo un tiempo cuando el pueblo de Dios haya tenido mayor necesidad de reclamar sus promesas como ahora. Atraviese la mano de la fe la oscuridad y aférrese al brazo de poder infinito. Mientras hablamos de la necesidad de separarnos del pecado, recordemos que Cristo vino a nuestro mundo a salvar pecadores, y que “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios”. Hebreos 7:25. Es nuestro privilegio creer que su sangre es capaz de limpiarnos de todo borrón y mancha de pecado... ELC 266.3

Si caéis en tentación, no os desaniméis. Esta promesa viene resonando hasta nuestros días: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Por esta sola promesa, un continuo canto de gratitud debiera salir de los labios de los mortales.—The Review and Herald, 19 de noviembre de 1908. ELC 266.4