El Discurso Maestro de Jesucristo
“Y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”.
La gente se había sentido profundamente conmovida por las palabras de Cristo. La belleza divina de los principios de la verdad los atraía, y las amonestaciones solemnes de Cristo llegaban hasta ellos como la voz de Dios que escudriña los corazones. Sus palabras habían herido la raíz de sus ideas y opiniones anteriores; la obediencia a su enseñanza les exigía que cambiasen todos sus hábitos y modos de pensar y obrar. Los pondría en oposición con los maestros de su religión, porque derribaría el edificio entero que durante generaciones habían ido edificando los rabinos. Por eso, aunque sus palabras habían hallado eco en los corazones del pueblo, muy pocos estaban dispuestos a aceptarlas como guía de la vida. DMJ 123.4
Terminó Jesús su enseñanza en el monte con una ilustración que presenta en forma muy vívida cuán importante es practicar las palabras que había pronunciado. Entre la muchedumbre que se aglomeraba alrededor del Salvador, eran muchos los que se habían pasado la vida cerca del mar de Galilea. Mientras escuchaban las palabras de Cristo, sentados en la ladera, podían ver los valles y los barrancos por los cuales corrían hacia el mar los arroyos de las montañas. A menudo estos arroyos desaparecían completamente en el verano y quedaba solamente un canal seco y polvoriento; pero cuando las tempestades del invierno se desencadenaban sobre las colinas, los ríos se convertían en furiosos y bramadores torrentes, que algunas veces inundaban los valles y arrasaban todas las cosas en su riada irresistible. Entonces era frecuente que fuesen arrasadas las chozas levantadas por los labriegos en la verde llanura, donde no parecían correr peligro. Pero en lo alto de las cuestas había casas edificadas sobre la roca. En algunos sectores del país las viviendas se construían enteramente de piedra, y muchas habían resistido mil años de tempestades. Para edificar estas casas había que trabajar en medio de dificultades. Llegar a ellas no era fácil. Su posición parecía menos atractiva que la verde llanura, pero estaban fundadas sobre la roca; y el viento, la riada y la tempestad las atacaban en vano. DMJ 124.1
El que recibe las palabras que os he hablado y las convierte en el cimiento de su carácter y su vida, dijo Jesús, es como los que construyen su casa sobre la roca. Siglos antes, el profeta Isaías había escrito: “La palabra del Dios nuestro permanece para siempre”, y Pedro, años después de que se pronunciara el Sermón del Monte, al citar estas palabras de Isaías, añadió: “Y esta es la palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada”. La Palabra de Dios es lo único permanente que nuestro mundo conoce. Es el cimiento seguro. “El cielo y la tierra pasarán—dijo Jesús—, pero mis palabras no pasarán”.27 DMJ 124.2
Los grandes principios de la ley, que participan de la misma naturaleza de Dios, están entretejidos en las palabras que Cristo pronunció sobre el monte. Quienquiera que edifique sobre esos principios edifica sobre Cristo, la Roca de la eternidad. Al recibir la Palabra, recibimos a Cristo, y únicamente los que reciben así sus palabras edifican sobre él. “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.28 Cristo, el Verbo, revelación de Dios y manifestación de su carácter, su ley, su amor y su vida, es el único fundamento sobre el cual podemos edificar un carácter que permanecerá. DMJ 125.1
Edificamos en Cristo por la obediencia a su palabra. No es justo quien sólo se complace en la justicia, sino quien la ejecuta. La santidad no es arrobamiento; es el resultado de entregarlo todo a Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial. Cuando los hijos de Israel acampaban en los límites de la tierra prometida, no bastaba que tuvieran conocimiento de Canaán ni que entonaran los himnos de Canaán. Esto solo no les daría posesión de los viñedos y olivares de la buena tierra. Tan sólo podían hacerla suya en verdad ocupándola, cumpliendo las condiciones, ejerciendo una fe viva en Dios, y aplicando las promesas a sí mismos mientras obedecían sus instrucciones. DMJ 125.2
La religión consiste en cumplir las palabras de Cristo; no en obrar para merecer el favor de Dios, sino porque, sin merecerlo, hemos recibido la dádiva de su amor. Cristo no basa la salvación de los hombres sobre lo que profesan solamente, sino sobre la fe que se manifiesta en las obras de justicia. Se espera acción, no meramente palabras, de los seguidores de Cristo. Por medio de la acción es como se edifica el carácter. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.29 Los hijos de Dios no son aquellos cuyos corazones conmueve el Espíritu, ni los que de vez en cuando se entregan a su poder, sino los que son guiados por el Espíritu. DMJ 125.3
¿Deseamos llegar a ser discípulos de Cristo, pero no sabemos cómo principiar? ¿Estamos en la oscuridad y no sabemos cómo hallar la luz? Sigamos la luz que poseemos. Dispongamos nuestro corazón para obedecer lo que sabemos de la Palabra de Dios, en la cual reside su poder, su misma vida. A medida que recibamos la Palabra con fe, ella nos dará poder para obedecer. Si prestamos atención a la luz que tenemos, recibiremos más luz. Edificaremos sobre la Palabra de Dios y nuestro carácter se formará a semejanza del carácter de Cristo. DMJ 126.1
Cristo, el verdadero fundamento, es una piedra viva; su vida se imparte a todos los que son edificados sobre él. “Vosotros también como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual”. Y “todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”.30 Las piedras se unifican con el fundamento, porque en todo mora una vida común, y ninguna tempestad puede destruir ese edificio. DMJ 126.2
Todo edificio construído sobre otro fundamento que no sea la Palabra de Dios, caerá. Aquel que, a semejanza de los judíos del tiempo de Cristo, edifica sobre el fundamento de ideas y opiniones humanas, de formalidades y ceremonias inventadas por los hombres o sobre cualesquiera obras que se puedan hacer independientemente de la gracia de Cristo, erige la estructura de su carácter sobre arena movediza. Las tempestades violentas de la tentación barrerán el cimiento de arena y dejarán su casa reducida a escombros sobre las orillas del tiempo. DMJ 126.3
“Por tanto, Jehová el Señor dice así...: Ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo”.31 DMJ 126.4
Hoy todavía la misericordia invita al pecador. “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?” La voz que habla a los impenitentes es la voz de Aquel que exclamó, con el corazón lleno de angustia, cuando miró la ciudad objeto de su amor: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta”. En Jerusalén vio Jesús un símbolo del mundo que había rechazado y despreciado su gracia. ¡Lloraba, oh corazón endurecido, por ti! Aún mientras Jesús vertía lágrimas sobre el monte, Jerusalén habría podido arrepentirse y escapar a su condenación. Por corto tiempo el Don de los cielos siguió aguardando su aceptación. Así también, oh corazón, Cristo te habla aún con acentos de amor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”.32 DMJ 127.1
Los que cifran sus esperanzas en sí mismos están edificando sobre la arena. Aún no es demasiado tarde para escapar de la ruina inminente. Huyamos en procura de fundamento seguro antes que se desate la tempestad. “Por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure”. “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. “No os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos”.3316 DMJ 127.2