El Discurso Maestro de Jesucristo

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“Guardaos de los falsos profetas”.

Surgirán por doquiera maestros de falsedades para apartaros del camino angosto y de la puerta estrecha. Guardaos de ellos; aunque estén ocultos en ropajes de ovejas, por dentro son lobos feroces. Da Jesús una prueba por la cual pueden distinguirse los maestros falsos de los verdaderos: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” DMJ 122.1

No nos dice que los probemos por sus suaves palabras ni su exaltada profesión de fe. Se los ha de juzgar por la Palabra de Dios. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. “Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría”.23 ¿Qué mensaje traen estos maestros? ¿Nos hace venerar y temer a Dios? ¿Nos hace manifestar amor hacia él mediante la lealtad a sus mandamientos? Si los hombres no sienten la obligación de observar la ley moral; si se burlan de los preceptos de Dios; si traspasan aun el más pequeño de sus mandamientos y así enseñan a los hombres, no tendrán ningún valor a los ojos del cielo. Podemos saber que sus pretensiones carecen de fundamento. Hacen la misma obra que se originó con el príncipe de las tinieblas, el enemigo de Dios. DMJ 122.2

No todos los que profesan su nombre y llevan su insignia pertenecen a Cristo. Muchos de los que enseñaron en mi nombre, dijo Jesús, al fin serán hallados faltos. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. DMJ 122.3

Hay personas que creen tener razón cuando están equivocadas. Proclaman que Cristo es su Señor y profesan hacer grandes cosas en su nombre, pero son obradores de iniquidad. “Hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia”. El que declara la Palabra de Dios es para ellos “como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra”.24 DMJ 123.1

De nada vale profesar simplemente ser discípulo. La fe en Cristo que salva al alma no es lo que muchos enseñan. “Creed, creed—dicen—, y no tenéis necesidad de guardar la ley”. Pero una creencia que no lleva a la obediencia es presunción. Dice el apóstol Juan: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.25 Nadie abrigue la idea de que las providencias especiales o las manifestaciones sobrenaturales han de probar la autenticidad de su obra ni de las ideas que proclama. Cuando los hombres dan poca importancia a la Palabra de Dios y ponen sus impresiones, sus sentimientos y sus prácticas por encima de la norma divina, podemos saber que no tienen la luz. DMJ 123.2

La obediencia es la prueba del discipulado. La observancia de los mandamientos es lo que prueba la sinceridad del amor que profesamos. Cuando la doctrina que aceptamos destruye el pecado en el corazón, limpia el alma de contaminación y produce frutos de santidad, entonces podemos saber que es la verdad de Dios. Cuando en nuestra vida se manifiesta benevolencia, bondad, ternura y simpatía; cuando el gozo de realizar el bien anida en nuestro corazón; cuando ensalzamos a Cristo, y no al yo, entonces podemos saber que nuestra fe es correcta. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos”.26 DMJ 123.3