Dios nos Cuida

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El templo de Dios, 12 de noviembre

Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5:15. DNC 325.1

El hombre es hechura de la mano de Dios, su obra maestra, creado con un propósito elevado y santo; y Dios desea escribir su ley en cada parte del tabernáculo humano. Cada nervio y músculo, cada prenda mental y física, han de guardarse puros. DNC 325.2

Dios tiene el propósito de que el cuerpo sea un templo para su Espíritu. ¡Cuán solemne es, entonces, la responsabilidad que se confía a cada alma! Si contaminamos nuestros cuerpos, estamos produciendo un daño no solamente a nosotros mismos, sino a muchos otros... DNC 325.3

Cristo murió para que la imagen moral de Dios pudiera ser restaurada en la humanidad, a fin de que hombres y mujeres pudiesen ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que existe en el mundo por la concupiscencia. No hemos de usar facultad alguna de nuestro ser para la gratificación egoísta; porque todas nuestras facultades pertenecen a él, y han de ser usadas para su gloria... DNC 325.4

La morada humana, el edificio de Dios, requiere tutela estrecha y vigilante. Con David podemos exclamar: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras”. Salmos 139:13-14. La hechura de Dios ha de ser preservada, para que el universo celestial y la raza apóstata puedan ver que somos templos del Dios viviente. DNC 325.5

La perfección del carácter que Dios requiere es la preparación del ser entero como un templo para que en él more el Espíritu Santo. El Señor reclama el servicio del ser entero. Desea que hombres y mujeres lleguen a ser todo lo que él ha hecho posible que sean. No es suficiente que sean usadas algunas partes de la maquinaria humana. Todas las partes deben ser puestas en acción, o el servicio es deficiente... DNC 325.6

La vida física ha de ser cuidadosamente educada, cultivada y desarrollada, para que en los hombres y las mujeres la naturaleza divina pueda manifestarse en su plenitud. Dios espera que los hombres usen el intelecto que él les ha dado. Espera que usen para él cada facultad de razonar. Deben dar a la conciencia el lugar de supremacía que le ha sido asignado. Las facultades mentales y físicas, con los afectos, han de ser cultivados de tal manera que puedan alcanzar la más alta eficiencia. Así Cristo es representado ante el mundo.* DNC 325.7