Dios nos Cuida

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Verdades que transforman, 17 de mayo

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12. DNC 146.1

Las verdades de la Biblia, atesoradas en el corazón y la mente, y obedecidas en la vida, convencen y convierten el alma, transforman el carácter y consuelan y elevan el corazón... La Palabra hace humilde al orgulloso, hace manso y contrito al perverso, al desobediente lo torna obediente. Los hábitos pecaminosos naturales para el hombre están entretejidos en la práctica diaria. Pero la Palabra corta y desecha la concupiscencia, discierne los pensamientos y las intenciones de la mente. Divide las coyunturas y los tuétanos, quitando los deseos de la carne, haciendo que los hombres estén dispuestos a sufrir por su Señor. DNC 146.2

El servicio por Cristo es algo celestial, santo y bendito. Hay que escudriñar diligentemente la Palabra, porque el ministerio de la Palabra revela las imperfecciones de nuestro carácter y nos enseña que la santificación del Espíritu es una obra ideada por el cielo, y presenta en Cristo Jesús la verdadera perfección que, si se mantiene, llegará a ser un todo perfecto en beneficio de cada alma. DNC 146.3

Si sois cristianos inteligentes, mantendréis la vitalidad religiosa y no seréis desanimados por las dificultades... Obraréis las obras de Dios en la penumbra tanto como en la gloria, en la sombra tanto como a la luz del sol, en la prueba como en la paz. Debéis atesorar la verdad en vuestros corazones como también incorporarla en el ser, para que ninguna tentación o argumento os induzca a ceder a los engaños o artimañas de Satanás. La verdad es preciosa. Ha provocado cambios importantes en la vida y el carácter, y ha ejercido una influencia dominadora sobre las palabras, el comportamiento, los pensamientos y la experiencia. El alma que estima la verdad vive bajo su influencia y siente la tremenda realidad de las cosas eternas. No vive para sí misma, sino para Jesucristo que murió por ella. Para ella, Dios vive y conoce perfectamente sus palabras y acciones.* DNC 146.4