Cristo Nuestro Salvador

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La entrada en Jerusalén

Jesús se iba acercando a Jerusalén para pasar allí la fiesta de la pascua. Iba rodeado de las multitudes que subían también para celebrar en la capital esta gran fiesta anual. CNS 72.1

Por orden suya dos de sus discípulos trajeron un pollino de asna para que montado en él entrara en Jerusalén. Pusieron sus mantos encima del pollino y colocaron a su Maestro sobre él. CNS 72.2

Cuando la multitud le vió sentado así, prorrumpió en gritos de triunfo que llenaban el aire. Le aclamaron como al Mesías, su Rey. Hacía más de quinientos años que el profeta había predicho este acontecimiento, con las palabras siguientes: CNS 72.3

“¡Regocíjate en gran manera, oh hija de Sión! ...he aquí que viene a ti tu rey...humilde, y cabalgando sobre un asno, es decir, sobre un pollino, hijo de asna.” Zacarías 9:9. CNS 72.4

La multitud crecía rápidamente y todos se sentían conmovidos y alegres. No podían ofrecerle valiosos dones, pero tendieron sus mantos como alfombra en su camino. CNS 72.5

Arrancaron hermosas ramas de olivos y palmeras y las esparcieron ante su paso. Se les figuraba que estaban escoltando a Jesús para que tomara posesión del trono de David en Jerusalén. CNS 72.6

Nunca antes había permitido el Salvador que sus adherentes le tributasen honores como a un rey. Pero en aquella ocasión quería manifestarse al mundo de una manera especial, como su Redentor. CNS 74.1

El Hijo de Dios iba a ser sacrificado por los pecados del hombre. Su muerte había de ser para su iglesia, en todas las edades futuras, objeto de profunda meditación y cuidadoso estudio. Era preciso, por lo tanto, que las miradas de todos los pueblos fueran atraídas hacia él. CNS 74.2

Después de semejantes demostraciones, su juicio, condenación y crucifixión no podrían ya ser ocultados al mundo. Era el designio de Dios que todos los acontecimientos de los últimos días de la vida del Salvador fuesen tan notorios y destacados que no hubiera poder capaz de relegarlos al olvido. CNS 74.3

En la gran muchedumbre que rodeaba a Jesús se encontraban las pruebas evidentes de su poder milagroso. CNS 74.4

Los ciegos a quienes él había dado la vista eran los que ahora guiaban a la comitiva. CNS 74.5

Los mudos a quienes había dado el poder de hablar, prorrumpían en los más fuertes hosannas y aclamaciones. CNS 74.6

Los tullidos y baldados a quienes había sanado saltaban de gozo y eran los más activos en arrancar palmas y agitarlas delante de él. CNS 74.7

Las viudas y los huérfanos alababan el nombre de Jesús por las obras de misericordia que había hecho en su favor. CNS 74.8

Los leprosos a quienes había sanado con su palabra extendían ahora sus vestiduras sobre su camino. CNS 74.9

Aquellos a quienes la mágica voz del Salvador había resucitado de la muerte estaban también allí. CNS 74.10

Y Lázaro cuyo cuerpo había sufrido corrupción en la tumba, pero que ahora gozaba de pleno vigor varonil, iba con la feliz multitud que escoltaba al Salvador a Jerusalén. CNS 75.1

Los nuevos grupos que se iban agregando a aquella muchedumbre participaban de la exaltación del momento, y unían sus voces a las demás en vivas de triunfo y alegría que resonaban por montes y valles: CNS 75.2

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Mateo 21:9. CNS 75.3

Muchos fariseos presenciaron con desagrado esta escena. Sintieron que iban perdiendo el dominio sobre el pueblo. Haciendo uso de su autoridad procuraron hacerlos callar, pero en vano; sus reconvenciones y amenazas sólo aumentaban el entusiasmo de la multitud. CNS 75.4

Viendo que no podían dominar al pueblo, se abrieron paso por entre la gente hasta donde estaba Jesús, y le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos!” CNS 75.5

Alegaban que tan ruidosas demostraciones estaban en oposición con las leyes y no serían permitidas por las autoridades. CNS 75.6

Jesús les contestó: “¡Os digo que si éstos callasen, las piedras clamarían!” Lucas 19:39, 40. CNS 75.7

Esta entrada triunfal estaba ordenada por Dios; había sido anunciada por los profetas y ningún poder humano hubiera podido impedirla. La obra de Dios seguirá siempre adelante, a pesar de todo lo que haga el hombre para estorbarla o aniquilarla. CNS 75.8

Cuando la compañía llegó a la cumbre del monte, frente a Jerusalén, todo el esplendor de la ciudad se desplegó ante ella. CNS 75.9

La muchedumbre dejó de gritar, embelesada por la repentina visión de tanta belleza. Todas las miradas se fijaron en el Salvador, esperando ver en su rostro la misma admiración que todos sentían. CNS 76.1

Jesús se detuvo, una sombra de dolor se extendió sobre su semblante y con asombro vió la gente que estallaba en amargo llanto. CNS 76.2

Los que rodeaban al Salvador no comprendían su pesar; pero él lloraba por aquella ciudad que estaba condenada a la destrucción. CNS 76.3

Había sido el constante objeto de su afán, y su corazón se llenó de angustia cuando comprendió que pronto iba a convertirse en desolación. CNS 76.4

Si su pueblo hubiera escuchado las enseñanzas de Cristo y le hubiera recibido como Salvador, Jerusalén hubiera subsistido para siempre. Hubiera podido llegar a ser reina de naciones, libre con el poder que Dios le hubiera dado. CNS 76.5

Jamás hubieran llamado a sus puertas ejércitos hostiles ni los estandartes romanos hubieran ondeado sobre sus muros. Desde Jerusalén la paloma de la paz hubiera tendido el vuelo hacia todas las naciones. Jerusalén hubiera sido la gloria y la corona de la tierra. CNS 76.6

Pero los judíos habían rechazado a su Salvador y estaban por crucificar a su Rey. Cuando el sol se hubiera puesto aquella misma noche, la suerte de Jerusalén quedaría sellada para siempre. (Unos cuarenta años después, Jerusalén fué quemada y completamente destruída por el ejército romano.) CNS 76.7

Llegó a los gobernantes la noticia de que Jesús se estaba acercando a la ciudad con una gran compañía de adherentes. Salieron pues a su encuentro con la esperanza de poder disolver la muchedumbre. Con ademanes de gran autoridad preguntaron: CNS 76.8

“¿Quién es éste?” Mateo 21:10. CNS 77.1

Sus discípulos, llenos del Espíritu de inspiración, contestaron: Adán os dirá que es la simiente de la mujer que ha de herir la cabeza de la serpiente. CNS 77.2

Preguntad a Abrahán, y os dirá que es Melquisedec, Rey de Salem, Rey de paz. CNS 77.3

Jacob os dirá: Este es Shiloh de la tribu de Judá. CNS 77.4

Isaías os dirá: Emmanuel, el Admirable, el Consejero, el Dios poderoso, el Padre sempiterno, el Príncipe de paz. CNS 77.5

Jeremías os dirá: Esta es la Rama de David, el Señor nuestra justicia. CNS 77.6

Daniel os dirá: Es el Mesías. CNS 77.7

Oseas os dirá: Es Jehová de los ejércitos, Jehová es su memorial. CNS 77.8

Juan el Bautista os dirá: He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. CNS 77.9

Nosotros sus discípulos, declaramos que éste es Jesús, el Mesías, el Príncipe de vida, el Redentor. CNS 77.10

Y aun el príncipe de las tinieblas le reconoce y dice: Yo sé quién eres, el Santo de Dios. CNS 77.11