Cristo Nuestro Salvador

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Días de conflicto

Los maestros de los judíos dictaban muchas prescripciones para el pueblo, y exigían de él muchas cosas que Dios no había ordenado. Aun los niños tenían que aprender y obedecer estos reglamentos. Pero Jesús no trató de aprender lo que enseñaban los rabinos. Nunca habló con desprecio de estos maestros, mas estudiaba las Escrituras, y siempre obedecía a las leyes de Dios. CNS 29.1

Con frecuencia, se le reprendía por no hacer lo que hacían los demás. En tales ocasiones demostraba por las Escrituras cuál era el camino recto. CNS 29.2

Jesús trataba siempre de hacer felices a otros. Por ser tan manso y bondadoso, los rabinos esperaban hacerle conformarse a la conducta de los demás; pero no podían lograrlo. Cuando se le instaba a que obedeciese a las reglas de ellos preguntaba qué decía la Biblia al respecto, pues estaba bien dispuesto a hacer lo que ella dijera. CNS 29.3

Esto enojaba a los rabinos. Sabían que sus enseñanzas eran contrarias a la Palabra de Dios, y sin embargo, se disgustaban con Jesús porque rehusaba obedecerles.* CNS 29.4

Se quejaron de él a sus padres. José y María creían que los rabinos eran hombres buenos, y Jesús tuvo que sufrir cargos injustos, cosa muy dura de soportar. CNS 30.1

Los hermanos de Jesús se ponían también del lado de los rabinos y decían que las palabras de aquellos maestros debían ser atendidas como las de Dios. Reprendían a Jesús por sobreponerse a los dirigentes del pueblo. CNS 30.2

Los rabinos se consideraban diferentes y mejores que los demás hombres, y rehusaban asociarse con el vulgo. Despreciaban a los pobres e ignorantes. Aun a los enfermos y a los que sufrían los dejaban sin esperanza y sin consuelo. CNS 30.3

Jesús, al contrario, manifestaba interés y amor hacia todos. Procuraba aliviar los sufrimientos de cuantos encontraba. No tenía mucho dinero que dar a los necesitados, pero con frecuencia se privaba de alimentos para socorrer a otros. CNS 30.4

Cuando sus hermanos dirigían palabras ásperas a los pobres y miserables, Jesús iba a verlos y les hablaba con bondad para animarlos. A los que tenían hambre y sed, les llevaba un vaso de agua fresca y a menudo les daba pan de su propia comida. CNS 30.5

Todo esto desagradaba a sus hermanos, quienes le amenazaron y trataron de atemorizarle, pero él siguió haciendo lo que Dios había ordenado. CNS 30.6

Muchas fueron las pruebas y las tentaciones que Jesús tuvo que soportar. Satanás estaba siempre alerta para vencerle. CNS 30.7

Si Jesús hubiese podido ser inducido a cometer tan sólo un acto malo, o a pronunciar una sola palabra mala, o a hacer un ademán de impaciencia, no habría podido ser nuestro Salvador, y el mundo se habría perdido para siempre. Satanás lo sabía, y por esto procuraba con tanto ahinco inducir a Jesús a pecar. CNS 30.8

Aunque el Salvador estuvo siempre guardado por ángeles celestiales, su vida fué una larga lucha contra los poderes de las tinieblas. Ninguno de nosotros tendrá jamás que sufrir tentaciones tan fuertes como las que acecharon a nuestro Salvador. Para cada tentación tenía una sola respuesta: “Escrito está.” No censuraba a menudo la mala conducta de sus hermanos, sino que les repetía lo que Dios había dicho. CNS 31.1

Nazaret era una población corrompida y los niños y los jóvenes procuraban inducir a Jesús a que siguiera los malos caminos de ellos. Como era alegre y animoso, les gustaba su compañía. Pero sus principios rectos los irritaban. Frecuentemente le llamaban cobarde porque rehusaba participar con ellos en algún acto prohibido. También se mofaban de él porque era tan escrupuloso. A todo esto respondía: “Escrito está.” “¡He aquí que el temor del Señor es la Sabiduría, y el apartarse del mal, la Inteligencia!”. Job 28:28. Amar el mal es amar la muerte, porque “el salario del pecado es muerte.” CNS 31.2

Jesús no reivindicaba sus derechos. Al ser maltratado, lo soportaba todo con paciencia. Debido a que era tan bondadoso y resignado, su trabajo resultaba a menudo inútilmente duro. Pero nunca se desanimó, porque sabía que Dios le aprobaba. CNS 31.3

Sus horas más felices eran aquellas en que se hallaba a solas con la naturaleza y con Dios. Concluído su trabajo, le gustaba andar por el campo, meditar en medio del verdor de los valles y orar a Dios en la ladera de los montes o entre los árboles del bosque. CNS 31.4

Escuchaba el canto que los pájaros parecían dirigir al Creador y unía su voz a la de ellos en cánticos de alabanza y de acción de gracias. Cantando daba la bienvenida a la aurora, y a menudo iba muy de madrugada a un lugar tranquilo para pensar en Dios, estudiar las Escrituras y orar. CNS 32.1

Tras esas horas de quietud volvía al hogar para reanudar sus tareas y para dar un ejemplo de trabajo paciente. Dondequiera que estuviese, parecía atraer a los ángeles de Dios. La influencia de su vida pura y santa se dejaba sentir entre todas las clases del pueblo. CNS 32.2

Bondadoso e inmaculado, andaba entre los que vivían descuidadamente, entre los rudos e incultos; entre los publicanos pecadores, los disolutos atolondrados, los samaritanos impíos, los soldados paganos y los labriegos toscos y groseros. CNS 32.3

Aquí y allí pronunciaba palabras de simpatía al ver hombres cansados a quienes se les obligaba a llevar cargas pesadas. El mismo las compartía, y les repetía las lecciones que había aprendido de la naturaleza acerca del amor, la bondad y la compasión de Dios. CNS 32.4

Les enseñaba a considerarse poseedores de talentos preciosos, que de ser bien empleados les reportarían riquezas eternas. Con su propio ejemplo les enseñaba que cada momento tiene su valor, y que debe ser aprovechado. CNS 32.5

Jamás consideró indigno a ningún ser humano, sino por el contrario, procuraba animar aun a los toscos y menos promisorios. Les decía que Dios los amaba como a sus hijos, y que les era posible llegar a ser como Dios en carácter. CNS 32.6

Así obró Jesús desde su niñez, sin alardes y en beneficio de los demás. Ni los sabios maestros ni sus propios hermanos pudieron inducirle a que procediera de otra manera. Con firmeza de ánimo llevaba a cabo el propósito de su vida, pues estaba llamado a ser la luz del mundo. CNS 33.1