Cristo en Su Santuario

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Capítulo 8—Nuestro sumo sacerdote en el lugar santísimo

El asunto del Santuario fue la llave que reveló el misterio del chasco de 1844. Exhibió todo un sistema de verdades, relacionado y armonioso, que mostraba que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista y, al poner de manifiesto la situación y la obra de su pueblo, le indicaba cuál era su deber de allí en adelante. Así como los discípulos de Jesús, después de la noche terrible de su angustia y chasco, “se regocijaron viendo al Señor”, así se regocijaron los que habían mirado con fe su segunda venida. Habían esperado que aparecería en gloria para recompensar a sus siervos. Como sus esperanzas fuesen chasqueadas, perdieron de vista a Jesús y, como María al lado del sepulcro, exclamaron: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”. Después, en el Lugar Santísimo, contemplaron otra vez a su compasivo Sumo Sacerdote, listo para aparecer como su rey y libertador. La luz del Santuario iluminaba el pasado, el presente y el futuro. Supieron que Dios los había guiado por medio de su providencia infalible. Aunque, como los primeros discípulos, ellos mismos no lograron entender el mensaje que daban, éste había sido correcto en todo sentido. Al proclamarlo habían cumplido el propósito de Dios, y su labor no había sido en vano en el Señor. Reengendrados “a esperanza viva”, se regocijaron con “alegría inefable y gloriosa”. Juan 20:20, 13; 1 Pedro 1:3, 8, BJ. CES 99.1

Tanto la profecía de (Daniel 8:14)—“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”—como el mensaje del primer ángel—“Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de su juicio ha llegado”—señalaban al ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo, al juicio investigador, y no a la venida de Cristo para la redención de su pueblo y la destrucción de los impíos. El error no había estado en el cómputo de los períodos proféticos, sino en el evento que debía verificarse al fin de los 2.300 días. Debido a este error los creyentes habían sufrido un chasco; sin embargo se había cumplido todo lo predicho por la profecía y todo lo que alguna garantía bíblica permitía esperar. En el mismo momento en que estaban lamentando la defraudación de sus esperanzas se había realizado el evento que estaba predicho por el mensaje, y que debía cumplirse antes que el Señor pudiese aparecer para recompensar a sus siervos. CES 99.2

Cristo había venido, no a la Tierra, como ellos lo esperaban, sino, como estaba simbolizado en el tipo, al Lugar Santísimo del templo de Dios en el cielo. El profeta Daniel lo representa como viniendo en ese tiempo al Anciano de días: “Estaba mirando en visiones de la noche, y he aquí que sobre las nubes del cielo venía Uno parecido a un hijo de hombre; y vino” -no a la Tierra, sino- “al Anciano de días, y lo trajeron delante de él”. Daniel 7:13, VM. CES 100.1

Esta venida está predicha también por el profeta Malaquías: “Repentinamente vendrá a su Templo el Señor a quien buscáis; es decir, el Ángel del Pacto, en quien os deleitéis: he aquí que vendrá, dice Jehová de los Ejércitos”. Malaquías 3:1, VM. La venida del Señor a su templo fue repentina, inesperada, para su pueblo. Éste no lo esperaba allí. Ellos esperaban que viniese a la Tierra, “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio”. 2 Tesalonicenses 1:8, VM. CES 100.2

Pero el pueblo no estaba aún preparado para ir al encuentro de su Señor. Todavía le quedaba una obra de preparación que cumplir. Debía serle comunicada una luz que dirigiría su mente hacia el templo de Dios en el cielo; y mientras siguiera por fe a su Sumo Sacerdote en el desempeño de su ministerio en ese lugar, se le revelarían nuevos deberes. Había de darse a la iglesia otro mensaje de advertencia e instrucción. CES 100.3

El profeta dice: “¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse en pie cuando él aparezca? Porque será como fuego de fundidor o lejía de lavandero. Se sentará como fundidor y purificador de plata; purificará a los levitas y los refinará como se refinan el oro y la plata. Entonces traerán al Señor ofrendas conforme a la justicia”. Malaquías 3:2, 3, NVI. Los que vivan en la Tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el Santuario celestial deberán estar firmes ante la mirada atenta de un Dios santo sin un mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por medio de la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha contra el mal. Mientras prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras los pecados de los creyentes arrepentidos son quitados del Santuario, debe haber una obra especial de purificación, de eliminación del pecado, entre el pueblo de Dios en la Tierra. Esta obra está presentada con mayor claridad en los mensajes de. Apocalipsis 14. CES 100.4

Cuando esta obra haya sido consumada, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida. “Entonces la ofrenda de Judá y de Jerusalén será grata a Jehová, como en los días de la antigüedad, y como en los años de remotos tiempos”. Entonces la iglesia que nuestro Señor recibirá para sí a su regreso será una “iglesia gloriosa, no teniendo mancha, ni arruga, ni otra cosa semejante”. Entonces ella aparecerá “como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden”. Malaquías 3:4, VM; Efesios 5:27, VM; Cantares 6:10. CES 101.1

Además de la venida del Señor a su templo, Malaquías también predice su segundo advenimiento, su venida para la ejecución del juicio, en estas palabras: “Yo me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al forastero sin ningún temor de mí, dice Yahvéh Sebaot”. Malaquías 3:5, BJ. Judas se refiere a la misma escena cuando dice: “Mirad, el Señor ha venido con sus santas miríadas, para realizar el juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas las obras de impiedad que realizaron y de todas las palabras duras que hablaron contra él los pecadores impíos”. Judas 14, 15, BJ. Esta venida y la del Señor a su templo son eventos distintos que han de realizarse por separado. CES 101.2