Cristo en Su Santuario

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Reacciones diferentes

¿Y por qué la doctrina y predicación de la segunda venida de Cristo fueron tan mal recibidas por las iglesias? Si bien el advenimiento del Señor trae desgracia y desolación a los impíos, para los justos está cargado de gozo y esperanza. Esta gran verdad había sido el consuelo de los fieles siervos de Dios a través de los siglos; ¿por qué se convirtió, como su Autor, en “piedra de tropiezo y roca que hace caer” para su profeso pueblo? Fue nuestro Señor mismo quien prometió a sus discípulos: “Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo”. Juan 14:3. El compasivo Salvador fue quien, al prever el abandono y dolor de sus seguidores, encargó a los ángeles que los consolaran con la seguridad de que volvería en persona, así como había subido al cielo. Mientras los discípulos estaban mirando con ansia al cielo para percibir la última vislumbre de Aquel a quien amaban, fue atraída su atención por las palabras: “Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando así al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá del mismo modo que lo habéis visto ir al cielo”. El mensaje de los ángeles reavivó la esperanza. “Volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios”. Lucas 24:52, 53. No se alegraban de que Jesús se hubiese separado de ellos ni de que hubiesen sido dejados para luchar con las pruebas y tentaciones del mundo, sino porque los ángeles les habían asegurado que él volvería. CES 65.1

La proclamación de la venida de Cristo debería ser ahora como lo expresado por los ángeles a los pastores de Belén: buenas nuevas de gran gozo. Los que aman verdaderamente al Salvador no pueden menos que recibir con aclamaciones de alegría el anunció fundado en la Palabra de Dios de que el Ser en quien se concentran sus esperanzas de vida eterna volverá, no para ser insultado, despreciado y rechazado como en su primer advenimiento, sino con poder y gloria para redimir a su pueblo. Son los que no aman al Salvador quienes desean que no regrese; y no puede haber evidencia más concluyente de que las iglesias se han apartado de Dios que la irritación y la animosidad despertadas por este mensaje proveniente del Cielo. CES 65.2

Los que aceptaron la doctrina del advenimiento fueron despertados a la necesidad de arrepentirse y humillarse ante Dios. Muchos habían estado vacilando mucho tiempo entre Cristo y el mundo; entonces sintieron que era tiempo de decidirse. “Las cosas eternas asumieron para ellos una realidad extraordinaria. Se les acercó el cielo, y se sintieron culpables ante Dios” ibíd., 146. Los cristianos fueron despertados a una nueva vida espiritual. El mensaje les hizo sentir que el tiempo era corto, que debían hacer pronto cuanto debía ser hecho por sus semejantes. La Tierra retrocedía, la eternidad parecía abrirse ante ellos y el alma, con todo lo que pertenece a su dicha o infortunio inmortal, eclipsaba profundamente todo objeto temporal. El Espíritu de Dios descansaba sobre ellos y daba poder a los llamados ardientes que dirigían tanto a sus hermanos como a los pecadores con el fin de que se preparasen para el día de Dios. El testimonio silencioso de su vida diaria era una censura constante para los miembros formales y no consagrados de las iglesias. Estos no querían que se los molestara en su búsqueda de placeres, ni en su culto a Mammón ni en su ambición de honores mundanos. De ahí la enemistad y oposición despertadas contra la fe adventista y los que la proclamaban. CES 66.1