Cristo en Su Santuario

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Los ojos se vuelven hacia el verdadero sacrificio

El ceremonial de los sacrificios que había señalado a Cristo pasó; pero los ojos de los hombres fueron dirigidos al verdadero sacrificio por los pecados del mundo. Cesó el sacerdocio terrenal; pero miramos a Jesús, mediador del nuevo pacto, y “a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. “Aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie... Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos... por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. Hebreos 12:24; 9:8-12. CES 45.3

“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25. Aunque el ministerio había de ser trasladado del templo terrenal al celestial, aunque el Santuario y nuestro gran Sumo Sacerdote fuesen invisibles para los ojos humanos, los discípulos no habrían de sufrir pérdida por ello. No sufrirían interrupción en su comunión, ni disminución de poder por causa de la ausencia del Salvador. Mientras Jesús ministra en el Santuario celestial sigue siendo, por medio de su Espíritu, el Ministro de la iglesia en la Tierra.—Ibíd. 137, 138. CES 46.1