A Fin de Conocerle

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Poder para obedecer, 13 de octubre

Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Juan 15:10. AFC64 294.1

Algunos que pretenden creer en Cristo como su Salvador han dicho: “Nadie puede guardar la ley de Dios”. Las palabras de Cristo son decisivas en este punto. Declara: “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre”. Y él es nuestro ejemplo en todas las cosas. AFC64 294.2

Cristo declaró francamente su misión en el Sermón del Monte: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17. Vino a cumplir literalmente cada especificación de que testificaron los profetas. El que existía con el Padre antes de la creación del mundo, él mismo había dado las profecías registradas por hombres santos; ésas fueron las profecías que él vino a cumplir. AFC64 294.3

Cristo está en una posición de igualdad con el Padre. Esto lo capacitó para convertirse en una ofrenda en favor de los transgresores. Era plenamente suficiente para magnificar la ley y honrarla. ... Separó los preceptos de Jehová de las máximas y tradiciones de los hombres. Expuso los Diez Mandamientos como una expresión de verdad en toda su pureza. AFC64 294.4

Cristo vino al mundo a contrarrestar la falsedad de Satanás de que Dios había hecho una ley que los hombres no podían cumplir. Tomando la humanidad sobre sí, vino al mundo, y mediante una vida de obediencia mostró que Dios no había hecho una ley que los hombres no podían cumplir. Demostró que era perfectamente posible que los hombres obedezcan la ley. Los que aceptan a Cristo como su Salvador, participando de su naturaleza divina, pueden seguir su ejemplo, viviendo en obediencia a cada precepto de la ley. Mediante los méritos de Cristo, el hombre debe mostrar por su obediencia que será digno de confianza cuando esté en el cielo, que no se rebelará. Cristo poseyó la misma naturaleza del hombre. Fue tentado en todo tal como los hombres. El mismo poder que le ayudó a obedecer está a las órdenes del hombre.—Manuscrito 48, 1893. AFC64 294.5