El Colportor Evangélico

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Sus palabras atraían los corazones

Hemos de hablar de Cristo a quienes no lo conocen. Hemos de obrar como lo hizo Cristo. Doquiera él estuviera—en la sinagoga, junto al camino, en un bote algo alejado de tierra, en el banquete del fariseo o en la mesa del publicano—, hablaba a las gentes de las cosas concernientes a la vida superior. Relacionaba la naturaleza y los acontecimientos de la vida diaria con las palabras de verdad. Los corazones de sus oyentes eran atraídos hacia él; porque él había sanado a sus enfermos, había consolado a los afligidos, y tomando a sus niños en sus brazos, los había bendecido. Cuando él abría los labios para hablar, la atención se concentraba en él, y cada palabra era para alguna persona sabor de vida para vida. CE 77.2

Así debe ser con nosotros. Doquiera estemos, hemos de procurar aprovechar las oportunidades que se nos presenten para hablar a otros del Salvador. Si seguimos el ejemplo de Cristo en hacer bien, los corazones se nos abrirán como se le abrían a él. No bruscamente, sino con tacto impulsado por el amor divino, podremos hablarles de Aquel que es “distinguido entre diez mil”, y “todo en él codiciable”. Cantares 5:10, 16. Esta es la obra suprema en la cual podemos emplear el talento del habla. Dicho talento nos ha sido dado para que podamos presentar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 273, 274 (1900). CE 77.3