El Colportor Evangélico

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Honradez e integridad

El obrero que tiene la causa de Dios en el corazón no insistirá en recibir el salario más elevado. No sostendrá, como algunos jóvenes lo han hecho, que a menos que pueda presentarse con una apariencia elegante y a la moda, y alojarse en los mejores hoteles, no está dispuesto a trabajar. Lo que el colportor necesita no es indumentaria impecable, o la palabra del petimetre o el payaso, sino la honestidad e integridad del carácter que se refleja en el rostro. La bondad y la gentileza se dibujan en el rostro, y el ojo experto no ve engaño, no vislumbra ostentación en el comportamiento. CE 66.2

Para muchos que han entrado en el campo como colportores los premios son el único medio de alcanzar el éxito. No tienen verdadero mérito como obreros. No tienen experiencia en la religión práctica; tienen las mismas faltas, el mismo gusto y la misma complacencia propia que los caracterizaba antes de que afirmaran ser cristianos. De ellos se podría decir que Dios no está en sus pensamientos; él no mora en su corazón. Hay una pequeñez, una mundanalidad, una degradación en su carácter y comportamiento, que dan testimonio contra ellos de que están siguiendo el camino de su propio corazón y andando a la vista de sus propios ojos. No practican la abnegación, sino que están determinados a gozar la vida. El tesoro celestial no tiene atractivo para ellos; todas sus preferencias son de abajo, y no de arriba. Los amigos y familiares no pueden tener en alta estima a tales personas, porque éstas no están dispuestas a despreciar el mal y escoger el bien.—Testimonios para la Iglesia 5:379 (1885). CE 66.3