El Colportor Evangélico

68/269

El pastor como colportor

El colportor inteligente, que teme a Dios y ama la verdad, debe ser respetado, porque ocupa una posición igual a la del ministro evangélico. Muchos de nuestros ministros jóvenes y los que se están preparando para el ministerio harían, si estuviesen verdaderamente convertidos, mucho bien trabajando en el colportaje. Al encontrarse con la gente y presentarle nuestras publicaciones, adquirirían una experiencia que no pueden obtener por la simple predicación. Mientras fueran de casa en casa, conversando con la gente, llevarían consigo la fragancia de Cristo. Al esforzarse por bendecir a otros, serían ellos mismos bendecidos; obtendrían experiencia en la fe; aumentarían grandemente su conocimiento de las Escrituras; y aprenderían constantemente a ganar a las personas para Cristo. CE 46.1

Todos nuestros ministros deben considerar conveniente llevar consigo libros y colocarlos doquiera que vayan. A cualquier lugar que vaya un ministro, puede dejar un libro con la familia donde se hospeda, vendiéndolo o regalándolo. Esto se hacía mucho en los comienzos del mensaje. Los ministros actuaban como colportores y los recursos que obtenían en la venta de los libros se usaban para fomentar el progreso de la obra en lugares donde se necesitaba ayuda. Ellos pueden hablar con inteligencia de este método de trabajo, porque han tenido experiencia en él. CE 46.2

Nadie piense que empequeñece el evangelio al dedicarse al colportaje como medio de comunicar la verdad a la gente. Al hacer esta obra trabaja como trabajó el apóstol Pablo, quién dice: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Hechos 20:18-21. El elocuente Pablo, a quien Dios manifestó de manera admirable, iba de casa en casa con toda humildad y con muchas lágrimas y tentaciones.—Joyas de los Testimonios 2:540, 541 (1900). CE 46.3