El Colportor Evangélico

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Obreros llamados a ir a todas partes

Las cosas de este mundo han de perecer pronto. Esto no lo disciernen los que no han sido divinamente iluminados, los que no han mantenido el paso con la obra de Dios. Hombres y mujeres consagrados deben salir para hacer sonar la amonestación por los caminos y vallados. Insto a mis hermanos y hermanas a que no se ocupen en una obra que les impida proclamar el evangelio de Cristo. Son los voceros de Dios. Han de presentar la verdad con amor a los seres que perecen. “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa”, dice Cristo. ¿No señalan estas palabras con toda claridad la obra del colportor? Con Cristo en su corazón, ha de ir por los caminos y los senderos de la vida con una invitación a la cena de bodas. Vendrán hombres de riqueza e influencia, si son invitados. Algunos rechazarán, pero gracias a Dios, no todos. CE 25.1

Ojalá que millares más de nuestros hermanos tuvieran la comprensión del tiempo en que vivimos y de la obra que ha de ser hecha en el campo de labor, de casa en casa. Hay muchos, muchísimos, que no conocen la verdad. Necesitan oír el llamado a acudir a Jesús. Los tristes han de ser alegrados, los débiles fortalecidos, los que están de duelo consolados. Ha de predicarse el evangelio a los pobres. CE 25.2

El Señor conoce a sus obreros y vela sobre ellos, cualquiera sea el sector de la viña donde trabajen. Él pide que su iglesia se levante y se dé cuenta de la situación. Pide que los que están en nuestras instituciones despierten y pongan en operación influencias que hagan progresar su reino. Envíense obreros al campo de labor, y trátese luego de que el interés de estos obreros no flaquee por falta de simpatía ni de oportunidades para su desarrollo.—The Review and Herald, 2 de junio de 1903. CE 26.1