El Colportor Evangélico

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En el monte con Dios

“Sube a mí al monte”, nos dice Dios. Antes de que pudiera Moisés ser instrumento de Dios para libertar a Israel, se le señalaron cuarenta años de comunión con Dios en las soledades de las montañas. Antes de llevar el mensaje de Dios a Faraón, habló con el ángel en la zarza ardiente. Antes de recibir la ley de Dios como representante de su pueblo, fue llamado al monte, y contempló su gloria. Antes de ejecutar la justicia sobre los idólatras, fue escondido en la cueva de la roca, y el Señor le dijo: “Pronunciaré el nombre de Jehová delante de ti... Misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad... pero que de ningún modo tendrá por inocente al malvado”. Éxodo 33:19; 34:6, 7. Antes de deponer, con la vida, su responsabilidad respecto de Israel, Dios le llamó a la cumbre de Pisga y desplegó ante él la gloria de la tierra prometida. CE 224.4

Antes de emprender su misión, los discípulos fueron llamados al monte, con Jesús. Antes del poder y la gloria de Pentecostés, vino la noche de comunión con el Salvador, la reunión en un monte de Galilea, la escena de despedida en el monte de los Olivos, con la promesa de los ángeles, y los días de oración y de comunión en el aposento alto. CE 225.1

Jesús, cuando se preparaba para una gran prueba o para algún trabajo importante, se retiraba a la soledad de los montes y pasaba la noche orando a su Padre. Una noche de oración precedió a la ordenación de los apóstoles, al Sermón del Monte, a la transfiguración, a la agonía del pretorio y de la cruz, así como a la gloria de la resurrección. CE 225.2