El Colportor Evangélico

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La autodisciplina

Nunca estamos solos. Sea que le escojamos o no, tenemos siempre a Uno por compañero. Recordemos que doquiera estemos, hagamos lo que hagamos, Dios está siempre presente. Nada de lo que se diga, se haga o se piense puede escapar a su atención. Para cada palabra o acción tenemos un testigo, el Santo Dios, que aborrece el pecado. Recordémoslo siempre antes de hablar o de realizar un acto cualquiera. Como cristianos, somos miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. No digan una palabra ni hagan cosa alguna que afrente “el buen nombre que fue invocado sobre vosotros”. Santiago 2:7. CE 208.1

Estudien atentamente el carácter divino-humano, y pregúntense siempre: “¿Qué haría Jesús si estuviera en mi lugar?” Tal debiera ser la norma de vuestro deber. No frecuenten innecesariamente la sociedad de quienes debilitarían por sus artificios vuestro propósito de hacer el bien, o mancharían vuestra conciencia. No hagan entre extraños, en la calle o en casa, lo que tenga la menor apariencia de mal. Hagan algo cada día para mejorar, embellecer y ennoblecer la vida que Cristo compró con su sangre. CE 208.2