El Colportor Evangélico

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La paga

Cuando Cristo llamó a sus discípulos para que le siguieran, no les ofreció lisonjeras perspectivas para esta vida. No les prometió ganancias ni honores mundanos, ni tampoco demandaron ellos paga alguna por sus servicios. A Mateo, sentado en la receptoría de impuestos, le dijo: “‘Sígueme’. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió”. Lucas 5:27, 28. Mateo, antes de prestar servicio alguno, no pensó en exigir paga igual a la que cobraba en su profesión. Sin vacilar ni hacer una sola pregunta, siguió a Jesús. Le bastaba saber que estaría con el Salvador, oiría sus palabras y estaría mucho con él en su obra. CE 196.3

Otro tanto había sucedido con los discípulos llamados anteriormente. Cuando Jesús invitó a Pedro y a sus compañeros a que le siguieran, en el acto todos ellos dejaron sus barcas y sus redes. Algunos de estos discípulos tenían deudos a quienes mantener; pero cuando oyeron la invitación del Salvador, no dudaron ni preguntaron: “¿Cómo viviré y quién mantendrá a mi familia?” Fueron obedientes al llamado, y cuando en una ocasión ulterior Jesús les preguntó: “Cuando os envié sin bolsa, alforja ni calzado, ¿os faltó algo?”, ellos contestaron: “Nada”. Lucas 22:35. CE 197.1

El Salvador nos llama hoy a su obra, como llamó a Mateo, a Juan y a Pedro. Si su amor mueve nuestro corazón, el asunto de la compensación no será el que predomine en nuestro ánimo. Nos gozaremos en ser colaboradores con Cristo, y sin temor nos confiaremos a su cuidado. Si hacemos de Dios nuestra fuerza, tendremos claras percepciones de nuestro deber y aspiraciones altruistas; el móvil de nuestra vida será un propósito noble que nos elevará por encima de toda preocupación sórdida. CE 197.2