El Colportor Evangélico

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La verdadera grandeza

No estima Dios a los hombres por su fortuna, su educación o su posición social. Los aprecia por la pureza de sus móviles y la belleza de su carácter. Se fija en qué medida poseen el Espíritu Santo, y en el grado de semejanza de su vida con la divina. Ser grande en el reino de Dios es ser como un niño en humildad, en fe sencilla y en pureza de amor. CE 195.2

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: ‘Sabéis que los gobernadores de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor’”. Mateo 20:25, 26. CE 195.3

De todos los dones que el cielo pueda conceder a los hombres, la comunión con Cristo en sus padecimientos es el mayor cometido y el más alto honor. Ni Enoc, el que fue trasladado al cielo, ni Elías, el que ascendió en un carro de fuego, fueron mayores o más honrados que Juan el Bautista, quien murió en la soledad de un calabozo. “A vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”. Filipenses 1:29. CE 195.4