Reina Valera 1989
Mateo 20
1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña.
2 Habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
3 Salió también como a la tercera hora y vio que otros estaban en la plaza desocupados,
4 y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
5 Salió otra vez como a la sexta hora y a la novena hora, e hizo lo mismo.
6 También alrededor de la undécima hora salió y halló que otros estaban allí, y les dijo: “¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?”
7 Le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado.” Les dijo: “Id también vosotros a la viña.”
8 Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros.”
9 Entonces vinieron los que habían ido cerca de la undécima hora y recibieron cada uno un denario.
10 Y cuando vinieron, los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.
11 Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo,
12 diciendo: “Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día.”
13 Pero él respondió y dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario?
14 Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti.
15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?”
16 Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.
17 Mientras Jesús subía a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte y les dijo en el camino:
18 —He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte.
19 Le entregarán a los gentiles para que se burlen de él, le azoten y le crucifiquen; pero al tercer día resucitará.
20 Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
21 El le dijo: —¿Qué deseas? Ella le dijo: —Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22 Entonces respondiendo Jesús dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo he de beber? Ellos le dijeron: —Podemos.
23 Les dijo: —A la verdad, beberéis de mi copa; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes lo ha preparado mi Padre.
24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
25 Entonces Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos.
26 Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor;
27 y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo.
28 De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
29 Saliendo ellos de Jericó, le siguió una gran multitud.
30 Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino, y cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31 La gente les reprendía para que se callasen, pero ellos gritaron aun más fuerte diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32 Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: —¿Qué queréis que os haga?
33 Le dijeron: —Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, conmovido dentro de sí, les tocó los ojos; y de inmediato recobraron la vista y le siguieron.