Elena G. de White en Europa

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La observancia del sábado y las autoridades escolares

El tema que mencionó la Sra. de White el segundo sábado que pasó en la iglesia de Cristianía fue la observancia del sábado. El problema se complicaba por el hecho de que la asistencia escolar era obligatoria (pero no apremiante) en el día sábado. Para justificar la asistencia de sus hijos a la escuela en sábado, algunos alegaron que Cristo declaró que era correcto “hacer el bien” en ese día. Pero tal argumento, señaló la Sra. de White, es demasiado flexible, porque con ese justificativo también se podría aceptar el trabajo común, ya que después de todo, cuando un hombre trabaja para mantener a su familia, ¿no está acaso haciendo algo bueno? EGWE 135.6

En cambio, ella instó a procurar algún arreglo con las autoridades educativas. “Si esto fracasa, su deber es claro: Deben obedecer los requerimientos de Dios a cualquier costo”. Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 216. Ella no desconocía el hecho de que algunos adventistas de Europa Central fueron multados y encarcelados por no enviar a sus hijos a la escuela en sábado. En cierto lugar, reveló la Sra. de White, cuando las autoridades llevaron a los niños a la escuela, éstos tomaron consigo sus Biblias en lugar de los libros de texto que usaban siempre, y pasaron el día estudiando la Palabra de Dios. EGWE 136.1

Al registrar en su diario esa noche lo que había aconsejado a la gente, la Sra. de White escribió: EGWE 136.2

“El sábado del cuarto mandamiento involucra una prueba. Es la prueba divina. No ha sido hecha por los hombres. Es la línea de demarcación que distingue a los leales y genuinos; separa al que sirve a Dios del que no le sirve... EGWE 136.3

“El ha hecho preciosas promesas a los que guardan su sábado sin mancillarlo. Su infinita sabiduría, su poder y su amor obran en nuestro favor. La hueste celestial registra nuestros nombres junto a los nombres de los leales y fieles. Estar siempre del lado del Señor es una seguridad”.—Manuscrito 27, 1885. EGWE 136.4

La Sra. de White sabía que estaba definiendo muy claramente un problema muy serio, y al concluir su sermón, “invitó a pasar al frente a los que se sentían pecadores, en desarmonía con Dios y que necesitaban su poder transformador”. Respondieron unas 50 personas. La predicadora descendió del púlpito y se arrodilló con ellos. Oró mientras el pastor Matteson traducía. Cuando se les dio oportunidad a los presentes para dar testimonio, “un número considerable confesó que casi habían abandonado la verdad y se habían separado de Dios, y ahora deseaban arrepentirse y volver a formar parte del pueblo de Dios”. Aunque los dirigentes trataron de concluir la reunión, les fue imposible hacerlo. Se levantaban dos y tres personas por vez para dar testimonio. Finalmente la reunión llegó a su fin. Había durado tres horas. Sin embargo, la hermana White escribió en su diario: “La obra debe ser aún más profunda”.—Ibid. EGWE 136.5