Elena G. de White en Europa
Se eleva la norma de piedad
La Sra. de White habló el viernes 16 de octubre por la noche ante una sala repleta de oyentes. Su tema se basó en la vid verdadera de Juan 15. Matteson tradujo al idioma sueco, aunque le resultaba más fácil traducir al danés. EGWE 118.1
Matteson notó un fuerte elemento antinómico entre la gente de Estocolmo, y después de oír la predicación de la sierva de Dios, le sugirió que hablara menos del “deber” y más del “amor de Jesús”. EGWE 118.2
“Pero yo quiero hablar según me impresione el Espíritu del Señor”, escribió ella en su diario. “El Señor sabe qué necesita esta gente”. Y cuando predicó a la mañana siguiente en la iglesia acerca de Isaías 58, no “redondeó las esquinas en absoluto”.—Manuscrito 26, 1885. EGWE 118.3
“Mi obra consiste en elevar la norma de piedad y la vida cristiana genuina, y en instar a la gente a que abandone sus pecados y se santifique por medio de la verdad. Traté de impresionarlos con la necesidad de que observen estrictamente el sábado, de acuerdo con el mandamiento”.—Ibid. EGWE 118.4
Aunque Matteson creía sinceramente que ese enfoque estaba equivocado, la gente respondió calurosamente al mensaje de Elena G. de White. Después del sermón hubo una “preciosa reunión social [de testimonios]” durante la cual muchos expresaron su deseo de observar el sábado más cuidadosamente y confesaron que habían adquirido una nueva comprensión del “carácter ofensivo del pecado.—Ibid. EGWE 118.5
El domingo, volvió a hablar en un salón tan repleto de gente que una mujer se desmayó. Todo el tiempo que permaneció en Estocolmo la Sra. de White sufrió a causa del clima frío y la neblina. A veces temía que sus pulmones sufrieran algún daño irreparable, pero expresó: “Cada día oro diciendo: Guárdame, mi Salvador, y no permitas que abandone este país antes de haber concluido mi obra”.—Ibid. EGWE 119.1
El lunes predicó otro sermón, acerca de la segunda venida de Cristo. Esa noche nevó, y la Hna. White observó con cuánta felicidad los cuatro hijitos de los esposos Johanneson, que tenían entre 3 y 8 años, sacaron sus trineos “llenos de gozo” ante la perspectiva de una buena nevada y de un rato alegre de juego con los trineos. ¿Debería la Sra. de White volver a ser joven? Le agradaba contemplar las alegrías de la infancia, y aconsejaba a los padres que ofrecieran hogares felices a sus hijos: EGWE 119.2
“No se puede hacer que los jóvenes sean tan calmosos y graves como los ancianos, el hijo tan sobrio como el padre. Aunque se condenan las diversiones pecaminosas, como en verdad debe hacerse, que los padres, maestros y tutores de los jóvenes provean en su lugar placeres inocentes, que no mancillen ni corrompan la moral. No sujetéis a los jóvenes bajo reglas y restricciones rígidas, que los induzcan a sentirse oprimidos, y a precipitarse en sendas de locura y destrucción. Con mano firme, bondadosa y considerada, sujetad las riendas del gobierno, guiando y vigilando sus mentes y propósitos, aunque de manera tan suave, sabia y amorosa, que ellos puedan darse cuenta de que tenéis presentes sus mejores intereses”.—El hogar adventista (1894), 452. EGWE 119.3