Elena G. de White en Europa
Una siembra fiel
Con fervor se dirigió al puñado de creyentes que había venido a escucharla. En esa congregación vio la semilla de una cosecha que crecería y maduraría en los próximos años. La vida cristiana también se asemeja a una semilla plantada que crece día tras día para llegar a dar un rico fruto. La Sra. de White dijo a la pequeña congregación: EGWE 109.3
“Mientras procuramos fervientemente la perfección del carácter, debemos recordar que la santificación no es la obra de un momento, sino de toda una vida. El apóstol Pablo dijo: ‘Cada día muero’. Día tras día debe proseguir la obra de superación. Cada día debemos resistir la tentación y obtener la victoria sobre toda forma de egoísmo. Día tras día debemos anhelar el amor y la humildad, y cultivar en nuestra vida todos los rasgos excelentes de carácter que agradan a Dios y nos capacitarán para la bendita sociedad celestial”.—Ibid. EGWE 109.4
El sábado de mañana la Sra. de White volvió a predicar acerca de Juan 15:1-8. “El Hno. Matteson actuó como intérprete”. Al hablar de la vid verdadera y sus ramas, se sintió “fortalecida y bendecida; mis enfermedades quedaron olvidadas ante el interés que me inspiraban las preciosas almas. El querido Salvador parecía estar muy cerca, y el Espíritu Santo descansó sobre la concurrencia”.—Ibid. 182. EGWE 109.5
En una reunión social que siguió hizo la siguiente declaración: EGWE 110.1
“Un hermano manifestó que al escuchar el sermón que les hacía ver la necesidad de poseer un carácter puro y perfecto, sintió que no podía ser salvo; que su caso era desesperado. Pero cuando afirmamos que la santificación no era la obra de un momento, sino de toda una vida, se reanimó y decidió orar, velar y escudriñar las Escrituras todos los días; resolvió vencer y disfrutar de una experiencia diaria que lo fortaleciera y capacitara para ser una bendición para los demás”.—Ibid. 183. EGWE 110.2
La gente estaba agradecida por el hecho de que la Sra. de White hubiera ido a ayudarla. Había leído sus libros y los artículos que aparecían en su periódico, y recibieron de esa manera una luz valiosísima y una gran bendición. Los mensajes salidos de su pluma y traducidos a su idioma, les abrieron las Escrituras y aclararon a tal punto la verdad, que no pudieron resistirse a ella. EGWE 110.3
“Se les ha presentado una elevada norma para alcanzar, y ésto los indujo a leer la Biblia, escudriñar sus corazones, orar más, sentir más amor por Jesús y procurar con mayor fervor la salvación de las almas”.—Ibid. 182, 183. EGWE 110.4