Elena G. de White en Europa
Apremiantes necesidades financieras en Basilea
En la reunión que el concilio celebró esa mañana a las 10.30, la Sra. de White escuchó con atención las discusiones y recomendaciones. Cuando el tema giró en torno de la apremiante falta de fondos, no pudo abstenerse de compartir algunas de sus experiencias como pionera. Recordó la época cuando su esposo, Jaime White, casi inválido a causa del reumatismo, cortaba leña por 24 centavos la pila, a fin de reunir el dinero necesario para asistir a la primera asamblea sabática en Connecticut. EGWE 83.4
Por la noche el dolor de sus articulaciones era tan intenso que no podía dormir. Después se refirió a una oportunidad en que ella se desvaneció y cayó al suelo con una criatura enferma en los brazos, por falta de alimento. Después de mencionar varias experiencias similares, recordó que hacía apenas unos pocos años, el pastor J. N. Andrews, cuando estaba precisamente por viajar a Europa como misionero, se quedó sin dinero. La Sra. de White vendió entonces en 50 dólares un vestido nuevo de seda que le había regalado una amiga, y le mandó el dinero al necesitado pastor. Luego habló con emoción de las necesidades inmediatas de la casa editora de Basilea: EGWE 83.5
“Nuestra tesorería está ahora, puedo decir, casi vacía. En muchos lugares hemos sufrido una fuerte presión económica. Hace una o dos noches soñé que oraba a Dios. Desperté suplicándole mientras le presentaba nuestra tesorería vacía, y le rogaba que nos enviara medios para adelantar su causa y su obra. Propongo, hermanos y hermanas, que presentemos a Dios con fe viva nuestra tesorería vacía, y le pidamos que supla nuestras necesidades”.—Manuscrito 14, 1885. EGWE 84.1
Guillermo White, al escribir al presidente de la Asociación General al día siguiente, hizo lo posible para que sus necesidades fueran conocidas no sólo en el cielo sino también en Battle Creek. EGWE 84.2
“Todavía hay que pagar 5.000 dólares por el edificio”, se lamentó. “El Hno. Whitney le escribió para hacerle saber qué cosas se necesitaban, pero usted no pareció comprender, y le respondió felicitándolo por el hecho de que no necesitaba nada más. Entonces él volvió a escribirle para explicarle que había una necesidad inmediata de 5.000 dólares, y acaba de recibir la consoladora respuesta de que cuando necesite más dinero lo mande a buscar, pues usted trataría de reunirlo. Estamos pasmados, al borde de la bancarrota, ¿qué podemos decir para que entiendan los hechos?” (Carta de Guillermo White a G. I. Butler, 22 de septiembre de 1885). EGWE 84.3
Finalmente las oraciones y los ruegos de los obreros europeos fueron contestados. El 6 de octubre llegaron los 5.000 dólares. EGWE 84.4
Todos los días, durante el concilio, la Sra. de White no sólo siguió escribiendo su diario, sino que añadió una extensa carta a G. I. Butler. Esa tarde, mientras escribía, llamaron a la puerta. Era Alberto Vuilleumier.* La Asociación Suiza recomendó que se lo ordenara al ministerio, pero él creyó que debía esperar otro año. El y la Sra. de White hablaron de su experiencia, y recordaron el tiempo cuando él aceptó el mensaje por la predicación de Czechowski en 1867 y se convirtió en un miembro destacado y en anciano de la primera iglesia europea adventista de Tramelan. EGWE 84.5
Vuilleumier consultó acerca de la presentación del mensaje adventista en territorios nuevos. ¿Debía mencionarse al principio la cuestión del sábado? La Sra. de White le recordó que había aconsejado comenzar por la piedad práctica, la consagración y el perdón, temas con los cuales todos los cristianos concordaban. También debe haberlo animado a aceptar la ordenación, porque al llegar la última noche del concilio los pastores le impusieron las manos y lo consagraron para el ministerio. EGWE 85.1
El martes de mañana, 22 de septiembre, Elena G. de White presentó una de las disertaciones más cálidas e inspiradoras acerca de la fe y la confianza en Dios. Fue en realidad un testimonio personal. EGWE 85.2
“En esta mañana me siento tan agradecida por el hecho de que podemos encomendarle a Dios, como a un fiel Creador, el cuidado de nuestras almas. A veces el enemigo me acosa con toda la fuerza de sus tentaciones cuando estoy por predicar. Me siento tan debilitada que parece imposible que logre estar de pie ante la congregación. Pero si cediera a mis sentimientos, y dijera que no puedo hablar, el enemigo ganaría la victoria. No me atrevo a hacerlo. Avanzo, ocupo mi lugar en el púlpito, y digo: ‘Jesús, mi alma indefensa depende de ti; no permitirás que sea confundida’, y el Señor me da la victoria... EGWE 85.3
“¡Oh, si pudiera impresionar a todos con la importancia de ejercer fe momento a momento y hora tras hora!... Si creemos en Dios, estamos armados con la justicia de Cristo; nos hemos aferrado de su fuerza... Queremos hablar con nuestro Salvador como si estuviera precisamente a nuestro lado”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 130-133. EGWE 86.1