Elena G. de White en Europa

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La respuesta a los testimonios dados por la Hna. White

En la inspiradora reunión de testimonios que siguió, los esfuerzos que realizó la Sra. de White por promover la unidad entre los hermanos comenzaron a dar fruto. Durante algún tiempo Antonio Biglia se limitó a trabajar exclusivamente en la ciudad de Nápoles, Italia, para preocupación de los dirigentes de la asociación. El recibía sueldo de la asociación, pero trabajaba de acuerdo con su criterio independiente. Ahora se puso de pie, y con profunda emoción hizo su confesión. EGWE 81.1

“Había oído y leído acerca de la misión de la Hna. White, pero ahora la he visto y palpado por mí mismo. Reconozco que el poder de Dios tocó mi corazón por medio de su testimonio. Lo recibo como proveniente de Dios, y me humillo ante él. A través de la Hna. White llegó a mí la voz de Dios reprobando mis pecados”.—Ibid. EGWE 81.2

A continuación Biglia accedió a trabajar bajo la dirección de la asociación, y antes que terminara el concilio europeo se votó un acuerdo que lo animaba a ampliar su área de trabajo fuera de los límites de Nápoles. EGWE 81.3

La reunión de testimonios se prolongó cuatro horas. “Muchos declararon llorando que era la mejor reunión que habían tenido”, escribió la Sra. de White a G. I. Butler, presidente de la Asociación General. EGWE 81.4

La Sra. de White no fue una mera observadora en las reuniones, sino una participante activa. Tanto su corazón como su mente estaban entregados a los problemas del momento. Noche tras noche permanecía despierta, orando e implorando al Señor la ayuda que necesitaban. Y el Señor contestaba sus fervientes plegarias. EGWE 81.5

El buzón de preguntas contenía algunas consultas que ponían a prueba la sabiduría de los dirigentes. En la reunión del domingo de mañana se inició la discusión con el siguiente interrogante: “¿Ofrece alguna ventaja el uso de carpas en Europa y Gran Bretaña?” Ese día A. A. John presentó un informe de sus reuniones al aire libre en Gales, que parecían tener éxito, y se manifestó en contra de las reuniones en carpas. Pero la Sra. de White objetó su declaración, en primer lugar porque las reuniones al aire libre exigían mucho esfuerzo de los órganos vocales del ministro, y en segundo lugar porque se hacía demasiado difícil mantener el orden y la dignidad que requería una reunión religiosa. Además, el contacto con la gente en las reuniones al aire libre era a menudo breve y superficial. Eso no significaba que había que dejar de celebrarlas, pero había medios mejores para predicar el mensaje. El método más excelente eran las visitas del ministro a los hogares para “abrirles las Escrituras alrededor de la chimenea y para enseñarles con sencillez los puntos esenciales de la verdad presente... Los estudios bíblicos, la oración humilde y ferviente con la familia, cumplen una obra más grande que los discursos más poderosos... sin ese esfuerzo personal”.—Ibid. EGWE 81.6