Elena G. de White en Europa
El mar se parece a un plácido lago
Las meditaciones de la Sra. de White mientras estaba a bordo eran una mezcla de sentimientos de regocijo por el crecimiento de la obra, por una parte, y de preocupación e inquietud acerca del futuro, por la otra. Se parecían al variable clima marítimo. EGWE 364.2
El 4 de agosto, al despertar, se sintió fuerte y bien. “Todo está bien esta mañana—escribió con alegría—. Pasé una hermosa noche. El agua está tan serena como la de un plácido lago. Si no fuera por el ruido de las máquinas y por un leve movimiento, no creería que estamos en el barco”. Carta 165, 1887. Pero la calma fue seguida por una tormenta, se puso el cerrojo y se aseguró la portilla. Elena G. de White escribió posteriormente: EGWE 364.3
“Tuvimos una tormenta en el mar, pero no de las más violentas. Yo pasé el día en cubierta, sin cansarme de contemplar el balanceo de las olas, temibles en su belleza, resplandecientes como los cielos con sus variados reflejos, que se alzaban como impulsadas por una terrible ira. La visión fascinaba los sentidos. Las olas esparcían rocío como si fueran una catarata desbordante azotada furiosamente por los vientos inmisericordes. Hacían temblar el fuerte y sólido barco. Parecían ser víctimas de una pasión salvaje... Oímos gritos en cubierta y vimos a docenas de pasajeros que huían en todas las direcciones, porque las olas habían barrido completamente la cubierta, empapándolos por completo”.—Manuscrito 27, 1887. EGWE 364.4
Este torbellino de viento y agua estimuló, naturalmente, la activa mente de Elena G. de White. He aquí el relato en sus descriptivas palabras: EGWE 365.1
“Nos embargaban pensamientos solemnes. El sólido barco era apenas una mota en la inmensidad de las aguas. Los hombres que malgastan su vida en luchas vanas por obtener la felicidad, están representados por el mar en conflicto, que no tiene reposo. Observé los cambios y conflictos que atravesaban las aguas profundas en sus variados aspectos de luz y oscuridad, las plácidas aguas semejantes al mar de cristal, el ventarrón y la tormenta, y este orgulloso barco que se deslizaba sobre las olas agitadas por la tormenta. EGWE 365.2
“Los juegos de cartas, el baile y la alocada alegría que tenían lugar en el barco, en la mitad del océano, parecían completamente fuera de lugar e inapropiados en esos momentos. Si las aguas no estuvieran sujetas dentro de los límites señalados por un milagro perpetuo del poder divino, destrozarían, a impulsos de la tormenta y la tempestad, con su vehemencia salvaje y tumultuosa, aun a los mejores barcos, lanzando la carga viviente en un sepulcro de agua. ¡Qué pensamiento, un barco solitario sobre las profundidades ilimitadas! Día tras día podemos contemplar el cielo que nos cubre y las aguas que nos rodean. No se observan señales; la mirada no logra descansar sobre nada que se esté quieto. ¿Llegaremos alguna vez a nuestros hogares o seremos tragados por las aguas de las grandes profundidades, como lo han sido antes millares de millares de personas? Dios, el Dios infinito, ¡cuán grande es su poder! ¿Tendremos temor de confiar en él?”—Ibid. EGWE 365.3
Finalmente, el 11 de agosto el Ciudad de Roma arribó a Nueva York. “Tuvimos... un viaje agradable”, fue el comentario lacónico de la Sra. de White. Carta 50, 1887. “Sin embargo—añadió con sobriedad—la misma noche que pisamos tierra firme tomamos otro barco” que los llevaría al lugar donde ella debía hacer su primera presentación en los Estados Unidos. Luego comenzó una serie ininterrumpida de reuniones al aire libre. EGWE 366.1
Estas intensas actividades la mantuvieron ocupada durante dos meses, hasta que finalmente llegó a su casa de Healdsburg, California, a mediados de octubre. EGWE 366.2