Elena G. de White en Europa
El extraño se dirige a los presentes
“Cuando la reunión estaba por concluir, el extraño se levantó y con voz cargada de tristeza y entre lágrimas, dijo a los presentes que en sus almas y en su experiencia había una enorme carencia del amor de Jesucristo; el cual está presente, y en abundancia, en todo corazón donde mora Cristo. Los corazones renovados por el Espíritu de Dios, no sólo aman a Dios sino también al hermano, y si ese hermano comete equivocaciones, si yerra, hay que tratarlo de acuerdo con el plan del Evangelio. Hay que seguir cada paso según las indicaciones de la Palabra de Dios”... A continuación, el extraño hizo varias preguntas: EGWE 316.4
“Vosotros parecéis dispuestos a herir y lastimar mutuamente vuestros corazones. ¿Es éste el ejemplo que Jesús os dejó? ¿Dónde está su manera de actuar? ¿Creéis que estáis obrando bien al demostrar tan poco amor y tolerancia, tan poca paciencia hacia vuestros hermanos? ¿Habéis olvidado las palabras de Cristo: ‘Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros’? Juan 13:34, 35. ‘El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él’. Juan 14:21. EGWE 317.1
“No estáis cultivando el amor a Dios ni a vuestros hermanos. Tened cuidado con la forma como tratáis aquello que Cristo ha comprado con su sangre. Será necesario reprender con claridad y fidelidad las malas obras, pero la persona que asume esta tarea debe estar segura de que ella misma no se ha separado de Cristo debido a sus propios errores. Debe ser espiritual y restaurar al tal con espíritu de mansedumbre. A menos que tenga este espíritu, no es su deber reprobar o corregir a sus hermanos, porque creará dos males en lugar de curar uno... EGWE 317.2
“Lo que distingue el carácter y la conducta de los cristianos de los demás, es el principio del amor santo y semejante al de Cristo, que obra en el corazón con su influencia purificadora. El verdadero cristiano realiza las obras de Cristo al expresarlas mediante actos de amor al prójimo. Cuando este principio vivo, permanente y activo forma parte de la vida y el carácter, nadie puede asemejarse al mundo. Si conocéis el carácter y las obras de Cristo sabréis cuál debe ser la actitud y la conducta de los cristianos. Cristo odió tanto al mal que con sus labios y su ejemplo reprobó con firmeza el pecado y el mal. Pero aunque odiaba el pecado, amaba al pecador... EGWE 317.3
“Como hijos e hijas de Dios podríais haber sido mucho más fuertes si hubierais amado a Dios en forma suprema y a vuestro prójimo como a vosotros mismos. Podríais haber alcanzado una horma mucho más elevada si hubierais aumentado progresivamente vuestro conocimiento de la verdad, y si hubierais acumulado más luz divina para hacerla resplandecer mediante las buenas obras ante todos los que os rodean. EGWE 318.1
“Vuestras obras no agradan a Dios pero satisfacen al enemigo. Tenéis que aprender algunas lecciones en la escuela de Cristo antes de estar listos para el cielo. Vuestro yo, vuestros caminos, vuestros ásperos rasgos de carácter os descalifican para tratar con las mentes y los corazones... Si os permitís ser dictatoriales, y si acusáis y juzgáis a vuestros hermanos, y con vuestros corazones no santificados y temperamentos profanos procuráis enmendar vuestros errores, hacéis una obra deficiente y alejáis las almas del servicio de Cristo... EGWE 318.2
“Debéis aferraros de Dios con una mano mientras extendéis la otra con amor, para tomar al extraviado y al pecador y acercarlos a Jesús. Orad con ellos, llorad con ellos, temed por sus almas, amadlos y jamás los dejéis ir. Este es el amor que Jesús ha manifestado por vosotros. Nunca os separéis, manteneos más bien fuertemente unidos, ligando un corazón al otro y elevando súplicas en el Espíritu. Entonces el poder de Dios obrará en vuestro medio y muchas almas serán traídas a la verdad por medio de vuestra influencia”.—Ibid. EGWE 318.3
Todo esto le pareció tan real a Elena G. de White en el sueño, como si hubiera visto y oído personalmente al extraño. Pero, ¿quién era él? El tono de su voz, sus palabras y modales resultaban familiares. Prosiguió relatando: EGWE 319.1
“El volvió a sentarse y el sol, que había estado oculto, resplandeció e iluminó plenamente su persona. ¡Qué revelación! En un instante todos supieron quién les había hablado. Unos a otros se decían: ‘¡Es Jesús, es Jesús!’ y entonces comenzaron a confesar sus pecados y ha hacerse confesiones mutuas. Brotó el llanto, porque los corazones parecían quebrantados, y luego hubo regocijo; y la habitación se llenó con la suave luz del cielo. La voz musical de Jesús dijo: ‘La paz sea con vosotros’. Y su paz se manifestó”.—Ibid. EGWE 319.2