Elena G. de White en Europa
Disertaciones de la Sra. de White
Durante las disertaciones que presentó con frecuencia en Europa y otros lugares, la Sra de White se sintió compelida a hablar bajo la definida dirección del Espíritu Santo. Y a veces pronunció también palabras de amonestación. En el tercer concilio europeo celebrado en Basilea, por ejemplo, advirtió a sus oyentes acerca del peligro de desoír “las admoniciones del espíritu”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 137. EGWE 240.1
Posteriormente, en 1890, escribió el siguiente comentario: EGWE 240.2
“Antes de ponerme de pie no tenía ni la menor idea de hablar con tanta franqueza como lo estoy haciendo. Pero el Espíritu de Dios vino sobre mí con poder, y no puedo dejar de pronunciar las palabras que se me han confiado. No me atrevo a retener ni una palabra de este testimonio... Transmito las palabras que me ha dado un poder superior al humano, y no puedo, aunque quisiera, revocar ni una oración. EGWE 240.3
“Durante la noche el Señor me instruye por medio de símbolos, y luego me explica su significado. Me da la Palabra, y no me atrevo a rehusar transmitirla a la gente. El amor de Cristo y, me aventuro a añadir, el amor por las almas, me constriñen, y no puedo quedarme tranquila”.—Manuscrito 22, 1890. EGWE 240.4
La siguiente es otra declaración de Elena G. de White acerca de la dirección divina cuando se dirigía al público: EGWE 240.5
“Nunca me siento sola cuando tengo que dar un mensaje. Al ponerme de pie ante el público, parecen desfilar ante mí los aspectos más preciosos del Evangelio; participo del mensaje evangélico y me alimento de la Palabra como cualquiera de los oyentes. Los sermones me benefician, ya que mi comprensión se renueva cada vez que abro los labios para dirigirme a la gente. No puedo poner en duda mi misión porque participo de los privilegios y me siento alimentada y vivificada al saber que soy llamada por la gracia de Cristo. Cada vez que presento la verdad y hago notar a la gente que Cristo ha hecho posible que pudiéramos obtener la vida eterna, recibo tanto beneficio como ellos, ante los gratísimos descubrimientos de la gracia, el amor y el poder de Dios en favor de su pueblo, [manifestados en] la justificación y la reconciliación con Dios”.—Manuscrito 174, 1903. EGWE 240.6