Elena G. de White en Europa
La fe y el sacrificio de los creyentes
En una carta dirigida a Guillermo, que todavía estaba en Estados Unidos, escribió lo siguiente: EGWE 168.1
“La iglesia (los miembros) de Basilea es muy pobre, como ya sabes. Hay apenas dos hermanos en Suiza que viven en su casa propia; todos los demás tienen que pagar alquiler. Los que trabajan en esta oficina reciben, a lo sumo, un dólar diario como jornal, es decir, seis dólares por semana; trabajan de la mañana a la noche y se mantienen con esos salarios. Hay otros que perciben todavía menos. EGWE 168.2
“Puedo notar aquí un espíritu de sacrificio en nuestro pueblo, mucho mayor de lo que he visto en Norteamérica. Creen en los testimonios y los aceptan como si fuera la voz de Dios hablándoles, y de sus magros ingresos hacen todo lo que pueden para que la causa y la obra de Dios avancen”.—Carta 72a, 1886. EGWE 168.3
A comienzos de 1886, Elena G. de White tuvo una buena oportunidad para juzgar la condición de la obra en Europa. Había asistido al concilio europeo, pudo servir en Gran Bretaña y visitar los países escandinavos c Italia. Observó que la situación en el viejo mundo alrededor del año 1880, era bastante similar a la que habían enfrentado los pioneros adventistas en Norteamérica treinta años antes. Había nuevos creyentes, muchos de los obreros carecían de experiencia, escaseaban los recursos financieros y la responsabilidad de proclamar el último mensaje de advertencia al mundo era inmensa y no siempre se la comprendía. EGWE 168.4
Cuando se trazaron los planes para que la familia White visitara Europa, no se especificó la duración de la visita. Ellos tenían la impresión de que pocos meses bastarían para su tarea. Pero cada vez se hacía más evidente que no podrían partir tan pronto como habían pensado. Uno o dos meses antes habían hablado de la posibilidad de regresar a los Estados Unidos en mayo de 1886, para la época del congreso que se celebraría al aire libre. Pero luego abandonaron esa idea: EGWE 169.1
“No veo ninguna posibilidad de que nos vayamos antes de la primavera... Se me instó a venir a Europa y aquí me quedaré hasta que sienta que puedo regresar... No tengo apuro por volver a menos que el Señor me diga: ‘Vete a Norteamérica’... Apenas hemos comenzado... Estoy contenta por haber venido, porque el Señor me ha sostenido”.—Ibid. EGWE 169.2
Durante los meses de enero, febrero y marzo, se dedicó cada vez más a la rutina de su trabajo en Europa. Casi todos los sábados predicaba en la iglesia de Basilea, y despachaba con regularidad una nutrida correspondencia, dirigida no sólo a los obreros de Europa sino también a los de los Estados Unidos. EGWE 169.3