A Fin de Conocerle

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El cumplimiento del propósito de Dios, 27 de diciembre

Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor. Efesios 3:10, 11. AFC 365.3

Deberíamos considerar que Cristo no vino al mundo únicamente para realizar la redención del hombre; no vino solamente para que los habitantes de este pequeño mundo considerasen la ley de Dios como debía considerarse; sino que vino para demostrar a todos los mundos que la ley de Dios es inmutable y que la paga del pecado es muerte. AFC 365.4

Este tema es mucho más amplio de lo que podemos captar a primera vista. Ojalá que todos vieran la importancia de estudiar cuidadosamente las Escrituras. Pareciera que muchos creen que este mundo y las mansiones celestiales constituyen el universo de Dios. No es así. La hueste de los redimidos irá de mundo en mundo, y buena parte de su tiempo lo empleará en investigar los misterios de la redención. Y durante toda la eternidad, este tema ocupará continuamente su intelecto. Los privilegios de los que vencen por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio escapan a toda comprensión. AFC 365.5

Todos tenemos que luchar contra el enemigo caído. Tengo intenso interés en que todos vean esta batalla a la luz de la Biblia. Comenzad inmediatamente la lucha obteniendo victorias sobre el yo. No deis lugar al diablo... Arrojad todo el peso de vuestra influencia del lado de Cristo. AFC 366.1

Cuando miráis la cruz del Calvario, no podéis dudar del amor de Dios o de su deseo de salvar. Tiene una inmensidad de mundos que le tributan honor divino, y el cielo y todo el universo hubieran estado felices si él hubiera dejado perecer este mundo; pero su amor fue tan grande que dio a su propio Hijo para que muriera a fin de que nosotros fuésemos redimidos de la muerte eterna. Al ver el cuidado y el amor que Dios tiene por nosotros, respondamos a ellos; démosle a Jesús todas las facultades de nuestro ser, peleando varonilmente las batallas del Señor.—The Review and Herald, 9 de marzo de 1886. AFC 366.2