A Fin de Conocerle

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La belleza de Cristo, 10 de mayo

Su paladar dulcísimo y todo él codiciable. Cantares 5:16. AFC 136.3

Debemos emplear la gracia de Cristo en nuestro servicio cristiano. Los suaves rayos del Sol de Justicia deben brillar en nuestro corazón, para que podamos ser agradables y alegres y podamos tener una vigorosa y bendita influencia en los que nos rodean. La verdad de Jesucristo no tiende a la oscuridad y a la tristeza... Debemos apartarnos de lo que es desagradable e ir a Jesús. Debemos amarlo más, obtener más de su belleza atrayente y gracia de carácter y cesar de contemplar las faltas y errores de otros. Debiéramos recordar que nuestros propios caminos no son impecables. Cometemos errores vez tras vez... Nadie es perfecto sino Jesús. Pensad en él y con su encanto salid de vosotros mismos y de toda cosa desagradable; pues al contemplar nuestros defectos se debilita la fe. Se pierden de vista Dios y sus promesas... AFC 136.4

¡Qué profunda y rica experiencia podríamos ganar si dedicáramos las facultades que Dios nos ha dado a procurar conocimiento y fortaleza espiritual de Dios!... ¡Cuán poco conocemos realmente la dulce comunión con Dios! ¡Cuán poco conocemos los misterios de la vida futura! Podríamos conocer mucho más de lo que conocemos, si todas nuestras facultades fueran santificadas al discernir el carácter de Cristo. AFC 137.1

Hay alturas que debemos alcanzar, profundidades que sondear, si hemos de ser la luz del mundo... Expandase la mente para que podáis ser admitidos en las bellezas celestiales de las benditas promesas. Si tan solo creéis en Jesús y aprendéis en la escuela del más grande Maestro que el mundo jamás haya conocido, su gracia se ejercerá poderosamente en el intelecto humano y el corazón. Sus enseñanzas darán claridad a la visión mental. Amoldarán los pensamientos; el hambre del alma será saciada. El corazón será suavizado y sometido y llenado con amor resplandeciente, que ni el desánimo, ni el desaliento, ni la aflicción, ni la prueba podrán apagar. Dios abrirá a los ojos de la mente su preciosidad y plenitud.—Manuscrito 24, 1892. AFC 137.2