Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica

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La providencia de Dios se anticipa a nuestra liberalidad

Tanto las pequeñas como las mayores corrientes de beneficencia deben mantenerse siempre fluentes. La providencia de Dios se anticipa mucho a nosotros, avanzando mucho más rápidamente que nuestra liberalidad. El camino del progreso y de la edificación de la causa de Dios, se halla bloqueado por el egoísmo, el orgullo, la codicia, la extravagancia y el amor a la ostentación. Descansa sobre toda la iglesia la solemne responsabilidad de levantar todo ramo de la obra. Si sus miembros siguen a Cristo, rehusarán complacer su inclinación a la ostentación, el amor al vestido, el amor a las casas elegantes y a los muebles costosos. Debe haber entre los adventistas mucho mayor humildad y una distinción mucho mayor del mundo, o de otra manera Dios no nos aceptará, cualquiera fuere nuestra posición o el carácter de la obra en la cual estemos empeñados. La economía y la abnegación proporcionarán a muchas personas que se hallan en circunstancias moderadas medios para la benevolencia. Es el deber de todos aprender de Cristo, y andar humildemente por el camino de la propia abnegación que recorriera la Majestad del cielo. Toda la vida cristiana debe ser una vida de abnegación, a fin de que, cuando se hagan los llamados de ayuda, estemos listos a responder. COES 148.1

Mientras Satanás trabaje con energía incansable para destruir las almas, mientras haya un llamamiento para conseguir obreros en alguna parte del gran campo de la mies, habrá también un llamado para el sostén de la obra de Dios en alguno de sus muchos ramos. Aliviamos una necesidad tan sólo para preparar el camino a fin de aliviar otras del mismo carácter. La abnegación requerida para obtener medios para invertir en aquello que Dios considera del mayor valor, desarrollará hábitos y un carácter que nos otorgarán las palabras de aprobación: “Bien hecho,” y nos habilitará para vivir para siempre en la presencia de Aquel que se hizo pobre por nuestra causa, a fin de que nosotros, por su pobreza, pudiéramos heredar las riquezas eternas.—Testimonies for the Church 7:296, 297. COES 149.1