Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica

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El vestuario y la conducta

Todo maestro de la escuela sabática debería ser un seguidor de Cristo, y aquellos que no se han identificado como sus discípulos, mostrando por una vida consecuente que son cristianos, no deberían ser invitados a ser maestros en la escuela sabática, porque ellos mismos necesitan que primero alguien les enseñe los principios fundamentales del amor y el temor de Dios. “Sin mí—dice Cristo,—nada podéis hacer.” Entonces, ¿de qué valor sería la enseñanza de uno que por experiencia personal no sabe nada del poder de Cristo? Sería una gran inconsecuencia insistir en que tal persona enseñase una clase en la escuela sabática, pero es aún peor permitir que una clase esté bajo la influencia de un maestro cuyo comportamiento y manera de vestir nieguen al Salvador a quien profesa servir. COES 104.1

Es menester que el corazón de quienes enseñan en la escuela sabática sea calentado y vigorizado por la verdad de Dios, no siendo oidores solamente, sino también hacedores de la Palabra. Deberían nutrirse de Cristo, como los pámpanos se nutren de la vid. El rocío de gracia celestial debería caer sobre ellos, para que su corazón fuese como planta preciosa, cuyos capullos se abren y desarrollan y despiden grata fragancia, como flores en el jardín de Dios. Los maestros deberían ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios, y revelar siempre el hecho de que están aprendiendo diariamente lecciones en la escuela de Cristo, y que son aptos para comunicar a otros la luz que ellos han recibido de Aquel que es el Gran Maestro, la Luz del mundo. COES 104.2

Los maestros deberían reconocer su responsabilidad y echar mano de toda oportunidad para perfeccionarse, a fin de rendir la mejor clase de servicio de una manera que tenga por resultado la salvación de las almas. Así los maestros como los discípulos deberían despertar y reconocer la importancia de manifestar diligencia y perseverancia en el estudio de la Palabra de Dios. Deberían estar mucho en comunión con Dios, de modo que las tentaciones mezquinas no los dominen, y puedan resistir con buen éxito la indolencia y la apatía. Nada de ociosidad, nada de complacencia propia deberían permitirse aquellos que profesan ser obreros cristianos.—Testimonies on Sabbath-School Work, 54, 55. COES 105.1