Exaltad a Jesús

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Todo el cielo está mirando, 23 de abril

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Juan 5:39. EJ 121.1

Esta es una edad de desasosiego y la juventud bebe profundamente de su espíritu. ¡Quién diera que se les pudiese hacer comprender la importancia del peligro y de la posición que ocupan! ¡Quién diera que los padres y maestros de la escuela sabática fuesen inducidos a discernir el deber que tienen de guiarlos sabiamente! Nunca antes han estado en juego tantos intereses importantes. Nunca una generación se ha visto frente a cuestiones tan trascendentes como las que esperan a la que está por entrar en el escenario de acción. Nunca la juventud de cualquier edad o país ha sido observada por los ángeles de Dios con tanta seriedad como la juventud de hoy. Todo el cielo observa con intenso interés las indicaciones del carácter que están formando: si cuando sean sometidos a prueba permanecerán firmes por Dios y lo bueno, o si serán arrastrados por las influencias mundanales. EJ 121.2

Dios tiene una gran obra que realizar en corto tiempo. A los jóvenes les ha confiado talentos de intelecto, tiempo y medios, y los hace responsables por los usos que hagan de estos magníficos dones. Los llama para que se adelanten, para que resistan las influencias corruptoras y hechizantes de esta era vertiginosa, y lleguen a ser aptos para trabajar en su causa. No pueden capacitarse para ser útiles sin colocar el corazón y las fuerzas en la obra de la preparación. Los principios cristianos se deben desarrollar mediante su aceptación y la práctica de los mismos. El autocontrol se debe lograr mediante el esfuerzo ferviente ayudado por la gracia de Dios... Cuando los jóvenes eligen el servicio de Cristo, y demuestran que mediante la ayuda divina poseen el principio moral para dominar el yo, se transforman en un poder para el bien, y de ellos procede una influencia que guía a otros a glorificar a Dios... EJ 121.3

Hay una ley divina que establece que el que recibe bendiciones debe pagar cierto precio por ellas. Los que desean ser sabios en el campo de la ciencia deben estudiar; y los que se proponen ser sabios con respecto a la verdad de la Biblia, para poder impartir su conocimiento a otros, deben ser estudiantes diligentes de la santa Palabra de Dios. No hay otra forma; deben investigar diligentemente las Escrituras, con interés y oración. Allí se encuentran preciosas palabras de promesa y aliento, de amonestación, reproche e instrucción. En ella aprenderán acerca del amor de Cristo, del valor de su sangre y de los admirables privilegios provistos por su gracia... EJ 121.4

La Biblia siempre debería ser el libro de texto del cristiano; de todos los libros se lo debiera hacer el más atractivo para los jóvenes. Si beben profundamente de su espíritu, estarán preparados para enfrentar los engaños de Satanás, y para resistir las tentaciones de esta época infiel. Por la sencilla belleza de su lenguaje, sus sentimientos elevados, su veracidad infalible, su ternura y emoción, la Palabra de Dios está perfectamente calculada para impresionar la mente e impartir ricas lecciones.—The Youth’s Instructor, 7 de mayo de 1884. EJ 121.5