Hijas de Dios

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Las mujeres al pie de la cruz

Este capítulo está basado en Marcos 15 y Lucas 23.

Cuando Jesús pareció expirar ante el peso de la cruz, muchas mujeres, aun aquellas que no creían en él, se angustiaron por sus sufrimientos y comenzaron a llorar y lamentarse. Al revivir de su agotamiento, Cristo las miró con tierna compasión. Sabía que no se lamentaban porque era el enviado de Dios, sino por motivos humanitarios. Dirigiéndose a las llorosas mujeres les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Lucas 23:28. HD 62.4

Jesús no despreció sus lágrimas; por el contrario, se despertó en su propio corazón una profunda compasión hacia ellas. Olvidó su propia aflicción y comenzó a contemplar el futuro destino de Jerusalén. Hacía pocas horas que el pueblo había gritado, “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. Mateo 27:25. Pronto comprenderían cuán ciegamente habían invocado el aciago destino que les esperaba. Muchas de aquellas mismas mujeres que lloraban y se lamentaban por Cristo, iban a perecer con sus hijos durante el sitio de Jerusalén.—The Spirit of Prophecy 3:151 (1878). HD 63.1

Las mujeres que habían venido de Galilea permanecieron con Juan, el discípulo, para ver qué se dispondría acerca del cuerpo de Jesús; cuerpo que consideraban muy precioso a pesar de que sus esperanzas de que él fuera el Mesías prometido habían perecido con él [...]. Las mujeres se sorprendieron al ver que José [de Arimatea] y Nicodemo, ricos y respetados miembros del Concilio, estuvieran tan interesados y ansiosos como ellas, de que se dispusiera correctamente del cuerpo de Jesús.—The Spirit of Prophecy 3:174-175 (1878). HD 63.2