Hijas de Dios

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Rahab

Este capítulo está basado en Josué 2-6; Hebreos 11.

Rahab era una prostituta que vivía en la muralla de Jericó. Encubrió a los dos espías israelitas enviados a reconocer las defensas de esa ciudad. Debido a su bondad para con ellos, y su profesión de fe en el Dios verdadero, los espías prometieron salvar su vida y la de su familia cuando se produjese el ataque a Jericó. En la genealogía de Jesús registrada en (Mateo 1:1-16), se presenta a Rahab entre sus ascendientes. HD 33.1

A pocas millas más allá del río, exactamente frente al sitio donde los israelitas estaban acampados, se hallaba la grande y muy fortificada ciudad de Jericó. Era virtualmente la llave de todo el país, y representaba un obstáculo formidable para el éxito de Israel. Josué envió, por lo tanto, a dos jóvenes como espías para que visitaran la ciudad, y para que averiguaran algo acerca de su población, sus recursos, y la solidez de sus fortificaciones. Los habitantes de la ciudad, aterrorizados y suspicaces, se mantenían en constante alerta y los mensajeros corrieron gran peligro. Fueron, sin embargo, salvados por Rahab, mujer de Jericó que arriesgó con ello su propia vida. En retribución de su bondad, ellos le hicieron una promesa de protección para cuando la ciudad fuese conquistada.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 516 (1890). HD 33.2

Jericó era una ciudad dedicada a la idolatría más extravagante. Los habitantes eran ricos, y todas las riquezas que Dios les había permitido tener, se las acreditaban a sus dioses. Había oro y plata en abundancia y, como había ocurrido antes con los antediluvianos, eran blasfemos y corruptos. Provocaban e insultaban al Dios del cielo con sus obras perversas; y los juicios de Dios se levantaron contra Jericó. Aunque era una fortaleza, el mismo Capitán de las huestes del Señor vino del cielo para dirigir sus ejércitos en el ataque a la ciudad. Los ángeles de Dios tomaron las masivas murallas y las derribaron en tierra. Dios había declarado una maldición sobre la ciudad, y todos sus habitantes habían de perecer, salvo Rahab y su casa; ellos estarían a salvo por el favor que Rahab había mostrado a los mensajeros del Señor.—The Review and Herald, 16 de septiembre de 1873. HD 33.3

Mediante la liberación de Israel de Egipto, el conocimiento del poder de Dios se extendió por todas partes. El belicoso pueblo de la plaza fuerte de Jericó tembló. Dijo Rahab: “Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”. Josué 2:11.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 385 (1890). HD 33.4

Todos los habitantes de la ciudad, con toda alma viviente que contenía “hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos” (Josué 6:21), fueron pasados a cuchillo. Solo la fiel Rahab con todos los de su casa, se salvó, en cumplimiento de la promesa hecha por los espías. La ciudad misma fue incendiada.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 524 (1890). HD 34.1