Hijas de Dios

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María, hermana de Moisés

Este capítulo está basado en Éxodo y Números.

María vigiló a Moisés cuando su madre lo depositó entre los juncos. Posteriormente colaboró con Moisés y Aarón en la liberación del pueblo de Dios desde Egipto. Aunque talentosa en diversos aspectos, sus celos con relación a Moisés la llevaron a cometer serios errores. HD 30.1

En Hazerot, el siguiente sitio donde acamparon después de salir de Tabera, una prueba mayor le esperaba a Moisés. Aarón y María habían ocupado una posición encumbrada en la dirección de los asuntos de Israel. Ambos tenían el don de profecía, y ambos habían estado asociados divinamente con Moisés en la liberación de los hebreos. “Envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María” (Miqueas 6:4), declaró el Señor por medio del profeta Miqueas. HD 30.2

A temprana edad María había revelado su fuerza de carácter, cuando siendo niña vigiló a la orilla del Nilo el cesto en que estaba escondido el niño Moisés. Su dominio propio y su tacto habían contribuido a salvar la vida del libertador del pueblo. Ricamente dotada en cuanto a la poesía y la música, María había dirigido a las mujeres de Israel en los cantos de alabanza y las danzas en las playas del Mar Rojo. Ocupaba el segundo puesto después de Moisés y Aarón en los afectos del pueblo y los honores otorgados por el cielo. Pero el mismo mal que causó la primera discordia en el cielo, brotó en el corazón de esta mujer de Israel, y no faltó quien simpatizara con ella en su desafecto [...]. HD 30.3

Dios había escogido a Moisés y lo había investido de su Espíritu; y por su murmuración María y Aarón se habían hecho culpables de deslealtad, no solo hacia el que fuera designado como su jefe sino también hacia Dios mismo. Los murmuradores sediciosos fueron convocados al tabernáculo y traídos cara a cara con Moisés. “Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María”. Números 12:5. No negaron sus aseveraciones acerca de las manifestaciones del don de profecía por su intermedio; Dios podía haberles hablado en visiones y sueños. Pero a Moisés, a quien el Señor mismo declaró “fiel en toda mi casa”, se le había otorgado una comunión más estrecha. Con él Dios hablaba “cara a cara”. ““¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?” Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue”. Vers. 8. La nube desapareció del tabernáculo como señal del desagrado de Dios, y María fue castigada. Quedó “leprosa como la nieve”. A Aarón se le perdonó el castigo, pero el de María fue una severa reprensión para él. Entonces, humillado hasta el polvo el orgullo de ambos, Aarón confesó el pecado que habían cometido e imploró al Señor que no dejara perecer a su hermana por aquel azote repugnante y fatal. En respuesta a las oraciones de Moisés, se limpió la lepra a María. Sin embargo, ella fue excluida del campamento durante siete días. Tan solo cuando quedó desterrada del campamento volvió el símbolo del favor de Dios a posarse sobre el tabernáculo. En consideración a su elevada posición, y en señal de pesar por el golpe que ella había recibido, todo el pueblo permaneció en Haserot, en espera de su regreso. HD 30.4

Esta manifestación del desagrado del Señor tenía por objeto advertir a todo Israel que pusiera coto al creciente espíritu de descontento y de insubordinación. Si el descontento y la envidia de María no hubiesen recibido una señalada reprensión, habrían resultado en grandes males. La envidia es una de las peores características satánicas que puedan existir en el corazón humano, y es una de las más funestas en sus consecuencias [...]. Fue la envidia la que causó la primera discordia en el cielo, y el albergarla ha obrado males indecibles entre los hombres. “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”. Santiago 3:16 [...]. HD 31.1

De Cades los hijos de Israel habían regresado al desierto; y una vez terminada su estadía allí, “Llegaron [...] toda la congregación, al desierto de Zin, en el mes primero, y acampó el pueblo en Cades”. Números 20:1. HD 31.2

Allí murió y fue sepultada María. Tal fue la suerte de los millones que con grandes esperanzas salieron de Egipto. De la escena de regocijo a orillas del Mar Rojo, cuando Israel salió con cantos y danzas a celebrar el triunfo de Jehová, llegaron a la sepultura del desierto, fin de toda una vida de peregrinación. El pecado había arrebatado de sus labios la copa de bendición.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 401-405; Historia de los Patriarcas y Profetas, 434-435 (1890). HD 31.3