Hijos e Hijas de Dios

131/374

En comunión con Dios, 9 de mayo

Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Mateo 14:23. HHD 138.1

La fortaleza de Cristo residía en la oración... Cristo se retiraba a los huertos y a las montañas dejando completamente atrás el mundo y todo lo demás. Permanecía solo con su Padre. Con intenso fervor presentaba su súplica, y ponía toda la fortaleza de su alma en aferrarse de la mano del Infinito. Cuando nuevas y mayores tribulaciones se le oponían, se apartaba a la soledad de las montañas, y pasaba toda la noche en oración con su Padre celestial. HHD 138.2

Siendo que Cristo es nuestro ejemplo en todas las cosas, si imitáramos su ejemplo en lo que se refiere a la oración ferviente e importuna a Dios, para tener fortaleza en su nombre a fin de no ceder a las tentaciones de Satanás y resistir sus engaños y al maligno enemigo, no seríamos vencidos por él.—The Youth’s Instructor, 1 de abril de 1873. HHD 138.3

En medio de los peligros de los últimos días, la única seguridad para los jóvenes reside en una vigilancia siempre creciente y en la oración. El joven que encuentre alegría en la lectura de la Palabra de Dios, y en la hora de oración, constantemente se sentirá refrigerado por los sorbos de la Fuente de la vida. Alcanzará una altura de excelencia moral y una amplitud de pensamiento que otros no pueden concebir. La comunión con Dios inspira buenos pensamientos, aspiraciones nobles, percepciones claras de la verdad, y elevados propósitos para actuar. Los que de este modo se relacionen con Dios, serán reconocidos por él como hijos e hijas. Constantemente están alcanzando sitiales más y más elevados, obteniendo visiones más claras de Dios y la eternidad, hasta que el Señor los transforma en canales de luz y sabiduría para el mundo... La fortaleza adquirida en la oración a Dios nos preparará para nuestros deberes diarios.—The Youth’s Instructor, 18 de agosto de 1898. HHD 138.4